Políticamente incorrecto

Francisco Revuelta

Los credos profanos

HAY quienes afirman que el ser humano tiene una enorme necesidad de creer en algo y que por eso existen las religiones. Sin embargo, centrándonos en la mayoritaria en España, a pesar de que se repiten manifestaciones que dan la sensación de que el número de creyentes es muy alto -considérese, por ejemplo, la Semana Santa o las romerías- la jerarquía católica, con regularidad, se queja de la falta de vida cristiana y de fe y advierte del peligro que supone la aceptación de unos valores diferentes a los que encarna su iglesia. Asimismo, hace reparos del crecimiento del número de descreídos y se irrita con esa pléyade de agnósticos y ateos que se asoman por los medios de comunicación, propagando su enervante laicismo. Por otro lado, tachan los citados fenómenos de meros comportamientos circunscritos a determinados hechos culturales e intentan reconducirlos por el supuesto buen camino. Es lógico que se pronuncien de estar forma pues cada cual defiende su territorio con las armas de que dispone y las amonestaciones es una de ellas.

Por mi parte diría que no sería capaz de asegurar que el creer en algo sea una necesidad característica de la especie humana, pero sí que hay en muchos una tendencia marcada o, incluso, muy extrema que llega a confundirse con aquella. Ahora bien, la forma de expresarse no ha de ser sólo a través de las propiamente llamadas religiones. Con frecuencia asumen este papel ideas e iconos que se derivan de la política, de la ciencia o de algo que se pone de moda o se estimula socialmente por muy variados intereses y de esto no se escapan ni las actividades deportivas. Quiero con esto indicar que es típico observar que muchos sujetos lo que hacen es cambiar unos dioses, cultos, imágenes y ritos por otros aunque, en un principio, sean catalogados como profanos por la oficialidad religiosa. Se traslada el sentimiento, la emoción, las creencias, la irracionalidad y la comunión con un grupo hacia otros credos, los cuales hacen sentir a sus adeptos que es posible la felicidad y la gloria terrenal y que se es partícipe de la historia, de esa que más tarde se contará al modo de las tragedias griegas. Pero detrás de todo esto no está el azar o, mejor dicho, el curso natural de una predeterminación. Lo que sí se encuentra es una clarísima manipulación en la que mueven los hilos unos pocos grupos o individuos: Las situaciones de éxtasis social les resulta muy rentable, unas veces económicamente y, otras, desde las perspectivas ideológica y de poder al asociarse tal estado con unas caras, marcas o siglas concretas. En un contexto de esta clase la sabiduría está en saber disfrutar de los dioses, cultos, imágenes y ritos sin olvidar su funcionalidad y su espejismo, colocándolos en su justo término. Por último, enhorabuena a la selección española de fútbol.

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