La otra orilla

dimas Haba

La comida no se tira

Con esa frase resumía mi madre toda la bronca anterior que yo había sufrido por dejar comida en el plato o tirar un trozo de pan al cubo de la basura. A continuación añadía aquella consabida letanía del tenías que haber vivido los años del hambre, entonces nos comíamos hasta las piedras. Eran años duros, años en los que el desarrollismo no se había instalado en nuestra sociedad, años en los que el esfuerzo por sobrevivir estaba por encima de las pijaditas del no me gustan las lentejas, años en los que un balón eran tiras de gomas, muchas tiras de gomas, liadas entre sí hasta formar una esfera más o menos redonda y el palo de una escoba daba para vivir más de una aventura en el oeste americano. Gracias al esfuerzo de mucha gente aquello pasó. Nosotros pudimos vivir mejor que nuestros padres y el despilfarro se instaló a sus anchas.

Viene esto a cuento porque hoy en día empezamos a vivir situaciones parecidas y paradójicas. La economía de mercado ha logrado que un gran número de personas esté pasando hambre, mientras se tiran ingentes cantidades de alimentos aptos para el consumo, sin que haya nadie que nos diga que la comida no se tira. Hemos llegado a un punto en el que los beneficios económicos también se ponen por encima del derecho de las personas a alimentarse dignamente. En Mérida un grupo de mujeres, Mujeres Sembrando, ha hecho una serie de propuestas para que las grandes superficies comerciales y los supermercados no se deshagan de alimentos en buen estado. Este colectivo calcula que en esta ciudad se tiran mil quinientos contenedores de comida al año.

Las neveras de mucha gente están vacías mientras los contenedores de basura están llenos. Mujeres Sembrando reclama a las autoridades una ley que prohiba arrojar comida en buen estado a la basura, al mismo tiempo apuesta por poner en marcha cooperativas y despensas solidarias, gestionadas por mujeres, que recojan esta comida para poder alimentar a las familias sin que éstas tengan que ir a los bancos de alimentos. Para ellas, la cola del banco de alimentos es un ejercicio de sumisión. La gestión de las cooperativas es un ejercicio de empoderamiento. Otra forma más de combatir el neoliberalismo desde lo cotidiano. La prueba de que otro mundo es posible y ya está en marcha. Y en ese otro mundo posible la comida no se tira, la comida se comparte desde la justicia, el derecho y la solidaridad.

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