El clavo

Los ganapanes de la burla merecen otra respuesta en virtud de su mendacidad y exabruptos hacia Huelva

Me acojo a la licencia literaria de George Herbert para rememorar aquel sabio proverbio del XVII en el que se advierte sobre el valor de las cosas pequeñas, partiendo de la monótona pérdida de un clavo y refiriendo que, por su culpa, se llegó a perder una herradura, y por esta un caballo, y por este un caballero, seguidamente una batalla, y al fin un reino... La moraleja incide en no dejar pasar lo que creemos ser intrascendente: un clavo.

Pasan los siglos y no aprendemos a proyectar nuestra historia, nuestros valores culturales, el legado de tantas generaciones, sino que no contentos escuchamos inermes la burla de tres mendas que aprovechando las ondas de la Ser se atreven a mondarse de risa con cuanto representa la imagen de esta tierra. Así de simple.

El programa no tiene otro objetivo que ridiculizar a Huelva, Broncano (presentador) Quequé e Ignatius (mamporreros) han hecho una perfecta exhibición de cinismo ramplón y cachondeo a nivel nacional, sin que de nuevo haya habido una respuesta colectiva de los órganos institucionales exigiendo su inmediata rectificación. Salvo individuales y vagas protestas.

Los ganapanes de la burla merecen otra respuesta en virtud de su mendacidad y exabruptos hacia el rincón de España que, según su criterio, "tiene bastante con ser lo que es" o por desprestigiar en propia carne al ¿maquinón? de Carolina Marín, medalla olímpica y campeona de Europa, que con seguridad volverá a lograr el máximo trofeo europeo gracias a la probable depresión que sufrirán sus contendientes al conocer la ciudad.

No acaba de entenderse como aún la cúpula político-social ha dejado correr la guasa de estos mindundis, cuyo grotesco espectáculo no vende un rábano más allá del estudio radiofónico.

Y mientras se lo pasan pipa ridiculizándonos, por aquí abajo seguimos aceptando esta minucias sin que se altere el pulso de nuestra consabida indolencia y oficial apatía.

Una vez más, nos tachan de "morralla" públicamente, y otra vez, volvemos la mirada hacia otro lado y callamos. Preferimos no oír, no ver. Ese es nuestro pecado.

Por una nimiedad como la referida se han ganado o perdido mil causas. O salimos a conquistar el terreno perdido y a dar la cara o seguirá la juerga...

Esos pájaros travestidos de cómicos, pertenecen al género común de los ciezos y suelen alimentarse de la debilidad ajena. En el bíblico limbo no tendrían precio. Que conste.

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