La otra orilla

víctor rodríguez

El círculo tecnológico

La evolución tecnológica está construida a base de paradojas, donde lo más moderno y exclusivo hunde sus raíces en la miseria, la explotación y la expoliación del medio ambiente. El próximo desafío que va a llegar es el coche eléctrico, ése que hará de nuestras calles lugares maravillosos de silencio y limpieza, adiós a los humos de los tubos de escape y los acelerones, pero pocos se preguntan de qué material están construidas las baterías de esos coches o dónde se genera la electricidad que los alimenta enchufados por las noches en sus bases. Una vez más trasladamos nuestro problema a otros lugares, siempre más lejos, más feos y sucios.

Hubo un tiempo en que la planificación energética de España puso su mirada en Huelva como lugar idóneo para la generación de electricidad y se programaron centrales de ciclo combinado de las que al final sólo sobrevive una. Decían algunos expertos que si se hubieran llegado a instalar todas las previstas, el agua de la ría hubiera subido algunos grados, por no decir de los efectos de los cables de alta tensión para su transporte o del CO2 y otros gases expulsados. Al final, para que las grandes ciudades puedan quitarse sus emisiones contaminantes la feliz idea consistía en trasladar el problema a la periferia, donde a pocos les importa sus consecuencias.

Las grandes marcas saben que el cobalto que va a alimentar sus teléfonos y coches proviene en su gran mayoría de minas del Congo, minas donde el único control es el de las mafias, donde trabajan niños y jóvenes en condiciones de semi esclavitud y con salarios de miseria. Ahí no hay robots ni altas prestaciones, tan sólo niños en túneles minúsculos escarbando con las manos y manipulando el mineral sin ningún tipo de protección. Luego, una cadena de intermediarios lavará la cara y evitará las preguntas incómodas sobre su procedencia. Y, al final de su vida útil, deliberadamente corta para seguir con el negocio, los productos tecnológicos volverán a África y otras partes donde quedarán en grandes vertederos, donde otra vez niños y jóvenes intentarán recuperar lo que de valor se pueda. El círculo vicioso perfecto de la degeneración humana, donde una vez más, para que algunos puedan vivir confortable y ecológicamente, muchos tienen que sufrir unas consecuencias que no crearon ni disfrutaron nunca. Eso no aparece en las tiendas, ni en los lanzamientos publicitarios.

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