La recogida de avales en las primarias ha vuelto a poner sobre la mesa la fractura total que se vive en el seno del socialismo español. La sorprendente cifra de apoyos logrados por el exsecretario general, Pedro Sánchez, ha servido además para encender todas las señales de alarma en el entorno tanto de Susana Díaz, quien ha obtenido lo que esperaba, como en la mente de los dirigentes históricos y actuales del partido. El hombre que ha convertido el "no es no" en un "sí es sí" parece que ha convencido a muchos de que su mensaje es el que necesita el PSOE para recuperar el pulso y volver a ser lo que fue. Además, sus resultados ponen de manifiesto la ruptura del partido a la altura de Madrid. De ahí para arriba, gana el sanchismo. De ahí para abajo, se impone el susanismo. La tensión es evidente y si la precampaña ha sido intensa, la campaña promete ser dura, tensa, cargada de reproches y con muchísimo juego soterrado. A la vista de lo visto, tenemos ante nosotros una pugna clara entre el aparato y las bases -o al menos una parte importante-. En medio, Patxi López, convertido en novia deseada por su dote en forma de apoyos y al que Pedro Sánchez ya le ha pedido formalmente la mano.

Con estos nombres, el PSOE busca su ser aunque en el camino se haya olvidado de cómo estar y haya perdido su esencia fundacional. Lo decía Rodríguez Ibarra en un artículo el pasado viernes, con un claro si esto sigue así "vamos camino del desolladero". El bellotari alzaba la voz para pedir debate de fondo en un congreso "para adaptar la socialdemocracia a la globalización y a la robotización" y concluía reclamando la retirada de los tres aspirantes para formar una lista común que evite caer en el precipicio. "Quien no lo quiera ver es que está ciego", sentenciaba.

Encontrar a estas alturas de la película la utopía residenciada en quien presidió Extremadura durante 24 años es una prueba más de cómo anda el patio del puño y la rosa. Pocos parecen ser conscientes de que lo que se juega en estas primarias no es quién se va a sentar en el sillón de mando de la calle Ferraz, sino la existencia misma del partido que fundara Pablo Iglesias hace 130 años. De lo que ocurra en las votaciones del 21 de mayo se van a derivar discursos muy diferentes en una dicotomía que pondrá al militante en la tesitura de elegir entre la ruptura total o mantener el tacticismo que hizo de su partido lo que es. Y más allá de eso, a lo que se enfrenta es a decidir si quiere capturar votos de simpatizantes y amigos para crecer o si prefiere quedar recluido en la Casa del Pueblo.

La socialdemocracia europea subsiste hoy en peligro de extinción víctima de sus complejos y de sus luchas de poder. En Francia, Benoît Hamon se ha quedado en la primera ronda electoral con apenas 2 millones de votos y el peor resultados de todos los aspirantes a la Presidencia. En Grecia, el Pasok sólo tiene 13 escaños y purga en la indiferencia su falta de proyecto. En España, en apenas cinco años, el socialismo ha perdido cinco millones de sufragios, vive atenazado por la amenaza podemita y las encuestas le dan aún más posibilidad de caída. Y en medio de todo ello el partido que modernizó España se pelea por ver quién sale más guapo en la foto. Cosas de ciegos y sordos.

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