Agosto es mes de playa, de sol, de baños, y también de brisas de recuerdos. Quienes elegimos antaño, desde los primeros años de nuestra vida, Punta Umbría como centro de esas horas del estío que nos envuelven entre azules de mar y de ría y luz cegadora de sol brillante, con atardeceres malvas, cuando llega esta época del año nos agrada volver al pasado y soñar con un lugar paradisiaco, desierto a las modernidades y con una carga de nostalgia que nos aprisiona el corazón.

La capilla de Lourdes con su bella y sencilla estampa arquitectónica nos traslada a décadas atrás, cuando en los años cuarenta comenzaba a levantarse su estructura.

Pienso en aquel paisaje desde allí hasta la playa. Todo un inmenso arenal de dunas, donde las que llamábamos "uñas de león" formaban un ancho tapiz dibujando extraños mapas azotados por la brisa.

Junto a la iglesia, la que sería la primera parroquia de Punta Umbría, recuerdo la escuela de doña Concha, en una típica construcción de estilo inglés que la Compañía había levantado. De niño, recorría la terraza de madera que la rodeaba por los cuatro costados, mirando curiosamente por los cristales de las ventanas, el interior de aquella clase donde tantos niños aprendieron a leer. Y luego, por la tarde a rodar por una inmensa pendiente de arena junto a la Torre almenara, hasta su base.

Un paisaje imposible de trasladar al día de hoy. Lo hago porque algunos lectores me piden que recuerde esa Punta Umbría ya fenecida y de la que tanto he escrito en mis siete libros sobre ella. Leer estos recuerdos -me dicen- nos ayuda a soñar al volver a la playa en verano y dejarnos ir en la corriente de una pleamar de recuerdos que tanto nos agradan.

Para mi ver, aquella Punta Umbría de finales de la Guerra Civil es soñar con parte de mi vida. Y si la vida está hecha de gratos recuerdos, volverlos a traer es como vivirlos de nuevo, con más alegría aunque con menos esperanzas.

La zona del Cerrito, con aquella casa Villa Costamar, que su dueño, Carasa, reedificó en este lugar cuando una gran marea se la llevó de la playa, donde estaba; con la casita del guarda de la Compañía, hoy tan de moda en su polémica existencia, con los caminos de losas hasta la playa, de madera ennegrecida, con las casas de los ingleses salpicando el arenal, todo en suma forma hoy postal muy nublada por los años y desconocidas para muchos. Procuramos recordar aquel tiempo para que el valor de la historia agrande la belleza de Punta Umbría y nuestro cariño a ella.

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