Si hay una expresión italiana que me guste, ésa es per carità, que no se usa para pedir caridad, sino para hacer ver lo estúpido de aquello que nos dicen o pasa ante nuestros ojos. La presidenta del foro y su correlativa provincia seca, Cristina Cifuentes, en un ataque de caridad, se ha sobrado esta semana haciéndose la señorona que no puede aguantar decirles a sus compañeras de bridge que está alimentando a Andalucía con sus pechos. Unos pechos capitalinos henchidos de sedes funcionariales y empresariales, de burocracia de alta expresión y extensión. Por caridad del páramo madrileño convertido en babel del dinero improductivo que se mueve a cien por hora, nosotros, moritos buenos y flamencos, en el sur, podemos disfrutar de un hospital general en el que hacernos una diálisis o a asistir a los últimos días de nuestra madre. Eso lo pagan los madrileños, lo dice ella. No importa que tú, sureño subsidiado, pagues más del treinta por ciento de tus ingresos en impuestos para que quien tiene menos que aportar disfrute de unos estupendos mínimos sanitarios o educativos. Y que la mayoría de los madrileños paguen menos que tú en, un poner, un pueblo de la Alpujarra o un adosado de Torremolinos. Los andaluces chupando del bote. ¿Otra vez? Otra vez.

Duele la boca de decir que los impuestos son personales y no territoriales. Duele el cerebelo de recordar que los cálculos de la balanza fiscal no sólo son cuestionables, sino que hay métodos de cálculo que pueden decir una cosa y la contraria. Duele, o quizá ya sencillamente jode, recordar que quien más gana, más debe pagar, y que la llamada balanza fiscal de un territorio -lo que aporta a lo común menos lo que recibe de lo común en fondos e inversiones públicos- es la consecuencia impepinable de su posición comercial y financiera. Por ponerlo en plata con un palmario ejemplo, la multimillonada que Alemania aporta a los presupuestos europeos la aporta porque le sale a cuenta. Porque gana dinero con ello. Si no, ¿de qué? La presidenta madrileña, Cifuentes, ha dicho lo que ha dicho porque quiere aguar las reivindicaciones catalanas, que a su vez son producto de un ataque de cuernos con los privilegios vascos. Y porque está en el horno, justo ahora, la distribución de la financiación interterritorial. Y va ella, con lo estupenda que parecía, y nos pone de vagos, quizá de maleantes, subsidiados y atrasados. Quizá vendrá a darnos a los jornaleros de su finca una peseta por hijo el día de la primera comunión de su nieto. Per carità, Cristina, per carità.

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