desde mi esquina

José Antonio Vieira

Mi calle

HE querido que fuera ahora. Han pasado, ya, ocho años desde que empecé a compartir mi esquina con los cofrades de Huelva, y quiero detenerme en ese barrio donde crecí, y que siempre se sintió cofrade. Un barrio, vertebrado por una avenida vigilada celosamente, por unos árboles centinelas, que la hermosean cuando llega la primavera. Mi calle, disfrutaba en Semana Santa, quizá, porque a pesar de sentirse de la Parroquia de San Sebastián, se asomaba con mucho descaro tanto a San Pedro como al Polvorín, eso sí, las Hermandades de mi calle son los Mutilados y los Estudiantes.

Mi calle, recuerda, con una nostalgia no enfermiza, a aquella soldadesca romana, que todos los Domingo de Ramos la recorría para llegar a la Parroquia y acompañar al Cristo de la Victoria. Una calle, que un año sí y otro también, y por motivos, que ni los más avezados sabios han llegado a descubrir, era soliviantada con el paso de una ambulancia, precisamente en el momento en el que una de las dos hermandades de la Parroquia hacía su salida. Desde las ventanas del Hospital Manuel Lois, El Agromán, se asomaban los enfermos y los familiares para contemplar las hermandades que por la avenida procesionaban, y multitud de plegarias se agolpaban en la pequeña geografía que el cielo ofrecía. Al principio de la calle, estaba lo que los chiquillos del barrio llamábamos el castillo, la antigua clínica de Mackay y Macdonald y donde, durante algunos años se sacó la papeleta de sitio de la Hermandad de los Mutilados. Ahí en ese punto, mi calle se adentraba en el Barrio por antonomasia de Huelva, el de San Sebastián.

Mi calle, nos educó a querer a las dos hermandades de la Parroquia por igual, nos enseñó a ser cofrade de Huelva. Raro era el cofrade de una hermandad que no hubiera salido en la otra. Tan cofrade es mi calle que la recordada rampa de madera, era un pregón sin palabras, que anunciaba la cercanía de la Semana Santa a toda la ciudad,

Ahora mi calle, a pesar de los años, sigue siendo la misma de siempre, y eso que, han cambiado los vecinos, el Agromán ya no existe, la campana, que tantos años dejó de repicar, se desgañita con su tímido sonar llamando a misa y San Sebastián ya no es la parroquia donde más entierros se oficiaba de toda Huelva. Sus hermandades son las de siempre, y el espíritu cofrade sigue siendo como en otros tiempos.

Mi barrio sigue y seguirá siendo cofrade. Un barrio que, sabiéndose de Huelva, da cobijo a vecinos que pertenecen a hermandades de otras feligresías, quizá porque, mi calle, nació con la vocación de acoger a onubenses de otros rincones de nuestra ciudad, que tuvieron que sacrificar sus raíces cuando Huelva se lo pidió.

Sí, mi calle es la Avenida Federico Mayo, esa avenida nodriza de tantas calles aledañas, que tantos buenos cofrades ha dado a Huelva. Pronto será Semana Santa y mi calle ya sueña con el Domingo de Ramos y el Martes Santo.

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