¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La calavera de Montoro

Una de las caras oscuras de la revolución tecnológica es el ojo omnisciente de Hacienda

Hay un lamento eterno que recorre la historia universal: la del hombre obligado a pagar impuestos. El devenir de Castilla se podría narrar a través de las quejas de ciudades y pecheros por la onerosa carga que suponía la Hacienda del Rey. Ahí están, para quien apetezca, los versos de Quevedo: "En Navarra y Aragón/ no hay quien tribute un real;/ Cataluña y Portugal/ son de la misma opinión;/ sólo Castilla y León/ y el noble pueblo andaluz/ llevan a cuesta la cruz." Sin embargo, cruel paradoja, el Estado del Bienestar contemporáneo, al que nadie excepto algún pope neoliberal está dispuesto a renunciar, se construye sobre una amplia tributación de la que ya es muy difícil escapar. Una de las caras oscuras de la revolución tecnológica es el ojo omnisciente de Hacienda, el largo brazo del fisco que a todas las carteras alcanza.

Quizás por lo dicho, el ministro más odiado siempre es el de Hacienda, cuyo rostro hoy es el de Cristóbal Montoro. Esta tirria es una pasión interclasista que une en fraternal piña al rico rentista de eterno bronceado y al menestral de provincias que lee El Socialista. Recuerden el soneto que el diputado del PSOE Torres Mora leyó en las cortes con gran asentimiento de la oposición (y seguro que de algún popular en su fuero interno): "Cinco años hace que tronó el ministro del Tesoro/ sin que nadie nos explique las razones del embargo/ que llevaron a imponerle un IVA que de largo/ a la cabeza de Europa pone a la piel de toro". Como se ve, la relación entre la poesía y Hacienda son viejas y fecundas.

El problema añadido del actual ministro es que parece regodearse en una labor que otros llevarían como un penoso deber. Hay un brillo en su mirada que no deja de ser inquietante y que lo nimba de una particular antipatía. Sin embargo, hasta el momento, ha resistido los embates más duros, empezando por los provocados por esa chapuza injusta que era la amnistía fiscal y que recientemente ha echado para atrás el Tribunal Constitucional. Rajoy sabe lo mucho que le debe a Montoro, uno de los artífices de su política de recuperación económica. También sabe que no es fácil encontrar un buen ministro de Hacienda, un cargo que requiere combinar el dominio intelectual de las materias más áridas con la dureza espiritual de un pastor calvinista. Aunque la oposición quiere que la noble calavera del de Jaén adorne su sala de trofeos, no le será fácil cobrarla. Probablemente, Montoro se quedará en el cargo y Rajoy, ya saben, se fumará un puro. Otro más.

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