La esquina

josé / aguilar

El bloqueo fue siempre ineficaz

LA última vez que dos presidentes de Estados Unidos Unidos y Cuba hablaron directamente todavía no había nacido el actual mandatario norteamericano, Barack Obama, que el martes dialogó durante tres cuartos de hora con el mandatario cubano, Raúl Castro, para restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países.

Para explicar el cambio de actitud de la primera potencia mundial en casi todos los aspectos, que ha dado paso a un acontecimiento histórico -el adjetivo, esta vez, sí está bien empleado-, Obama ha dicho sencillamente que el embargo al que Washington ha sometido a La Habana se ha demostrado ineficaz. No ha servido para doblegar al régimen castrista. En realidad, no ha servido para nada.

Bueno, sí ha servido: para todo lo contrario de lo que se pretendía cuando se impuso con el propósito de asfixiar a la revolución cubana. Para empezar, contribuyó decisivamente a radicalizar a Fidel Castro, que cuando llegó al poder lo hizo como líder de un levantamiento armado de carácter democrático y popular y sólo después del bloqueo transformó su partido en comunista y lo convirtió en único. El totalitarismo no surgió de la nada.

Para continuar, el mantenimiento del asedio global a la isla, lejos de ayudar a la caída del régimen, lo ha consolidado. Actuó como detonante del sentimiento nacional de Cuba, generó un potente mecanismo de defensa numantina de la patria agredida y aglutinó a la inmensa mayoría de los cubanos en torno a sus líderes, aparte de situarla en la órbita de la Unión Soviética como país satélite, en una posición neocolonial que solamente terminó con la caída de la propia URSS.

En tercer lugar, le ha proporcionado durante décadas a la dirigencia cubana la excusa perfecta para salvar su incapacidad y la podredumbre de la dictadura: lo que no funcionaba, que era casi todo, siempre era por culpa del bloqueo. De la penuria no tenía la culpa un sistema económico que ya había fracasado en todas partes, sino el cerco yanqui. Si no había libertades era porque no se podía bajar la guardia ante las agresiones del enemigo imperialista.

Además de ineficaz, el embargo fue profundamente injusto. Por algo que siempre acompaña a las políticas de sanciones internacionales a este tipo de regímenes: sus consecuencias las paga el pueblo, no la nomenclatura. Hasta Obama en su último mandato nadie había entendido esto.

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