Andamos ocupados y preocupados estos días por la cuestión catalana y la trama urdida por quienes están dispuestos a dar crédito a la verdad y a la mentira, a las evidencias y a las patrañas, urdidas, especialmente en las redes sociales, por quienes tratan de prevalecer sus relatos parciales, particulares y sus recalcitrantes provechos por encima del interés general y lo universalmente reconocido. Desprovistos de esas inquietantes perspectivas volvamos la vista a nuestro entorno local. Quizás debiera haber escrito el Banco de la confusión que a tal desconcierto nos han llevado y nos llevan las continuas informaciones y disquisiciones en torno al edificio del Banco de España, que desde su clausura en 2004 y su adquisición por la Junta de Andalucía en 2008, no es más que una pura entelequia -como tantas en Huelva- cuya mejor noticia, hasta ahora, es que la fachada de este inmueble singular se ha inscrito en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

Por eso escribo Banco de la paciencia, no en el que se sienta quien espera benévolo o malhumorado, sino el que una ciudad alegre y confiada como Huelva, en la que muchos creen a pies juntillas ciertas promesas que se cumplen tarde, mal o nunca, ve como el Banco de España, cuyo pretendido cometido museístico sigue esperándose sine die, en estas fechas conmemorativas, no ha generado más que titulares contradictorios y controversias preocupantes. Siempre sostuve, incluso en foros públicos, que por muy brillantes y esplendorosos que sean los fastos o acontecimientos conmemorativos -y ahora han abundado con motivo del 525 Aniversario del Descubrimiento del Nuevo Mundo- son los hitos físicos y materiales -monumentos, edificaciones, establecimientos culturales, etcétera- los que dejan huella extraordinaria, inmarcesible y duradera en el tiempo y en el espacio. Éste es uno de ellos.

Pueda ser el Banco de España un museo arqueológico, que es la demanda más reiterada, un museo de la cultura iberoamericana, como pretenden algunos, o un gran centro multicultural, que parece lo más aconsejable, tiempo ha habido para tomar una decisión y sobre todo para jerarquizar con el mejor criterio la petición, prioritaria en el tiempo y en la idea primordial, de la Asociación de Amigos del Museo Onubense (AMO) -sociedad civil, iniciativa privada- y dejarse de una vez de tantas divagaciones que tanto están retrasando el destino del edificio y en suma la realización del proyecto. En tan irritante demora la noble edificación de la Plaza de las Monjas hoy no es más que un monumento al vacío, a la inanición, a la dejadez, a la incapacidad para resolver definitivamente una compleja gestión administrativa y burocrática. Como tantas otras diligencias.

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