MANUEL Chaves y Alfonso Guerra no dejan pasar una sola ocasión de demostrarse lo poco que se quieren. Su aversión viene de lejos. Chaves, enviado especial de Guerra para acabar con el borbollismo en Andalucía, con la anuencia de Felipe González, fue uno de tantos líderes socialistas emplazados a elegir cuando el dúo Felipe-Alfonso se rompió definitivamente. Optó por su amigo y procedió a liquidar al guerrismo en Andalucía.

En honor a la verdad, hay que reconocer que lo hizo con el menor daño posible, recolocando a buen número de guerristas. Pero Alfonso no se lo perdonó jamás. Cuando en 1996 Chaves le dio la vuelta a las encuestas y mantuvo una mayoría insuficiente en Andalucía mientras el PSOE perdía las elecciones a nivel nacional, Guerra tuvo una intervención antológica en Canal Sur: se felicitó por el éxito de su lista al Congreso por Sevilla y fue incapaz de felicitar al presidente de la Junta, que sí había ganado sus elecciones.

Así siguen, ya ambos con una edad -o dos, más bien-, aunque uno todavía en la cúspide del poder y el otro en cuarto menguante, con un escaño vitalicio en Madrid pero semioculto, paseado por los pueblos en campaña y silenciado en las grandes ocasiones. El jueves pasado le dejaron hablar en un acto festivo del PSOE sevillano para celebrar la aplastante victoria del 9-M en la provincia. Se saludó con su enemigo con algo parecido a una cortesía gélida y le propinó varios mandobles dialécticos ante centenares de dirigentes y militantes socialistas. Se congratuló de los resultados obtenidos para el Congreso y del éxito de los socialistas vascos, pero no dijo una palabra de la mayoría absoluta conseguida por Chaves en las autonómicas. Bueno, sí dijo algo: "El PP avanza más de lo que quisiéramos en Andalucía y Castilla-La mancha". Y para rematar la faena, precisó que quien gana las elecciones no es el candidato, sino las siglas (PSOE).

Del enemigo, el consejo. Esta última advertencia de Alfonso Guerra sobre los progresos del PP no debe ser echada en saco roto. Lo peor que puede hacer Chaves es creer que todo va a seguir igual. El 9-M ha cristalizado una tendencia del electorado urbano y dinámico, que se inició en los años noventa, a distanciarse de la oferta socialista, con gran éxito en el medio rural y entre las personas mayores. La alternativa ya no anda tan lejana. Si eso no se rompe, el futuro de Andalucía no es socialista. Chaves tiene que entender que ha de cambiar su forma de gobernar, su programa de conservación y mejora de lo conquistado antes que de asunción de las nuevas realidades, sus equipos y sus estrategias. Ha de convencerse de que el sucesor de Chaves no será él mismo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios