Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

El amigo Petty

Si a un icono del rock le pedimos estampa, Tom Petty la tuvo, fina y elegante, con su Rickenbacker

A Juan Pedro Simo y Paco Aguilar

EN absoluto era demasiado viejo para el rock'n'roll y sí era todavía demasiado joven para morir. Con 66 años, a Tom Petty, el jefe de los rompedores de corazones, le falló hace unos días el suyo cuando más latidos requería: el músico estaba inmerso en una gira por su país celebrando los 40 años en la carretera junto a los Heartbreakers. A él y a su banda les quedaban dos bolos neoyorquinos.

Porque Petty -y aquí es cierto, no una etiqueta y mucho menos una pose- era un animal de escenario, daba igual que las tablas estuvieran levantadas en un bar con la madera impregnada de bourbon o sobre las yardas de un coliseo americano en el descanso de la Superbowl. Si a un icono del rock le pedimos estampa, Petty la tuvo, fina y elegante, hasta el último día, con su melena rubia asomando bajo el sombrero y la Rickenbacker un punto más afilada que la de Roger McGuinn: hay un honesto homenaje a los Byrds en el albúm Full Moon Fever con una briosa versión de Feel a whole lot better. Sí, Petty estaba madurando bien, su suma de años no traía consigo ni engorde ni apelmazamiento, su perfil y su talento seguían intactos, demostrando -o sea, haciendo lo que siempre quiso hacer- que era un músico que sabía lo que se traía entre manos -un independiente auténtico, concepto con el que tantos otros atufan el oficio de artificio y pretenciosidad-, consciente de lo que era poseedor y quería ofrecer, y que jamás flirteó -moda va moda viene- con aquello para lo que sabía que no había sido convocado. Si alguna vez fue tentado por otros sonidos hizo como si se tratara de sirenas fraudulentas. Lo suyo era rock americano. Y Petty es un sólido puntal de ese sonido imperecedero.

Por lo demás, y lo que es más importante y el verdadero motivo de esta insoslayable columna, Petty puso música a algo que es mucho más que un recuerdo nostálgico o el título de una película también imborrable. Porque sonaba en el radiocassette de aquel cascado pero potente R-5 junto con Van Morrison, Elvis Costello, Joe Jackson y algunos más mientras tragaba kilómetros y kilómetros de sinuosas carreteras en aquellas soleadas y risueñas mañanas por el norte de Marruecos y él y sus Heartbreakers nos decían con Breakdown, American Girl, Here comes my girl y The Waiting que estábamos en los mejores años de nuestra vida. Voy a escucharlas otra vez. Y el Jack Daniel's de esta noche va por ti, Tom.

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