políticamente incorrecto

Francisco Revuelta /

Más allá de la corrupción

Más de uno hemos reivindicado que las elecciones andaluzas se celebraran en solitario -como deben ser, en general, para cada una de las administraciones-. Eso facilita que se aborden los temas que corresponden de manera más específica y con menos contaminación de los que no son pertinentes o que una de las convocatorias anule la atención que se merece la otra, lo cual sucede, a veces, por factores exclusivos de proyección mediática. Por ello, el que ahora las relativas a nuestra autonomía vayan de manera independiente es algo que debe ser bienvenido, aunque el hecho de que se dé tal circunstancia ha sido debido más a una conveniencia política por parte del presidente Griñán que a una decisión en el sentido de lo expresado.

Sin embargo, aun manteniendo la bondad de la separación de los comicios, la coyuntura no está ayudando. En este periodo pasado de precampaña, Andalucía y lo andaluz no han estado ni en el segundo ni en tercer plano, sino fuera de él. Como si, con respecto al resto del Estado, sus problemas no fueran, en algunas ocasiones, diferentes o como si, en el caso de ser los mismos, no los tuviera con mayor intensidad. Basta con consultar cifras y puede comprobarse lo dicho. En este escenario, no obstante, hay que reconocer que algo sí ha tenido hueco y repercusión: la corrupción y las irregularidades que están sobre las mesas de los juzgados. Las siglas de expediente de regulación de empleo se han hecho famosas, se utilizan como un acrónimo, como una palabra corriente que hace apenas nada sólo reconocían los iniciados en asuntos laborales. Los ERE están en boca de la gente. Ya no hay quien no identifique la cara de la juez Alaya ni el maletín con el que entra en el Palacio de Justicia de Sevilla.

Infiltrados indebidos por aquí y por allá, subvenciones improcedentes… Parecía que habíamos descansado un poco después del empacho padecido de noticias vergonzosas procedentes del mundo de lo que se dio a conocer como el del ladrillo. Todo esto, ¿tendrá fin alguna vez? Es probable, pero mientras la imagen de Andalucía es dañada, muy dañada, favoreciendo estereotipos que dibujan un espacio marcado por la picaresca y el bandidaje -no el bandolerismo, con su matiz romántico- adaptado a los tiempos actuales, interpretado por una canalla compuesta de vividores sin escrúpulos. Esos clichés, después, son utilizados por quienes buscan el recurso fácil y bajuno en provecho propio. Esperemos que en lo que nos viene de campaña se toquen más contenidos, los señalados ya los sabemos y no deben olvidarse pero, además, necesitamos conocer y debatir sobre lo que pasa con el paro, la economía, la educación, la salud, las infraestructuras y otras importantes parcelas de la vida y de la realidad andaluzas. El pasado es inamovible, pero el futuro se construye.

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