E L pueblo es soberano y como tal vota y decide lo que considera que le viene mejor. Eso es lo que el pasado jueves hicieron los catalanes, acudir a las urnas en masa con una participación histórica para dibujar el mapa político con el que tienen que salir del callejón en el que están encerrados. Después de dos años de proceso independentista y de varios meses de máxima tensión, resulta un tanto descorazonador ver que el escenario se ha modificado muy poco. Cierto es que Inés Arrimadas ha conseguido un resultado histórico y una victoria para la posteridad, pero no lo es menos que de nada le servirá si chicos de Puigdemont, ERC y la CUP vuelven a declararse amor eterno y alican la mayoría absoluta de la que gozan en el Parlamento. Así las cosas esto no barrunta nada bueno.

¿Y ahora, qué? Se pregunta todo el mundo. Y ahora qué va a hacer el Gobierno con la aplicación del 155. ¿Suavizarla hasta la consitución del nuevo Parlamento? Rajoy además paga en sus carnes las consecuencias de los actos para salvaguardar el orden constitucional y su partido cosecha un resultado vergonzoso que casi le aboca a la marginalidad en la comunidad catalana. El marianismo recibe un durísimo castigo y habrá que ver si el mismo se extrapola a todo el país o si, por el contrario, su firmeza recibe el apoyo ciudadano en el resto del territorio nacional que se ha empeñado en mantener unido.

En el otro lado, veremos si Puigdemont es capaz de volver de ese exilio de mentira que se ha fabricado en Bruselas y que como estrategia política ha demostrado ser magnífica. Tanto que ha dejado más que herido el futuro de ERC. El gandhi gerundense ya tiene material para seguir con su martirologio y hemos de esperar a ver si tiene arrestos para venir a coronarse con el riesgo de acabar en prisión.

Los socialistas, por su parte, vuelven a quedarse en tierra de nadie y prácticamente mantienen lo que tenían, lo cual no es una buena noticia. La operación Iceta hace aguas y el PSOE vuelve a tener ante sí el enorme dilema de decidir cuál es su modelo de Estado y cómo quiere aplicarlo.

Ciudadanos ya hemos dicho que está que se sale, pero cata la hiel de las amargas victorias. Han conseguido arrasar, Arrimadas se ha convertido ya en un referente político de primer nivel en el ámbito estatatal, pero salvo milagro navideño no va a gobernar la Generalitat. Le queda seguir siendo el basión de defensa del constitucionalismo en Cataluña, la persona que represente el anhelo de todo el país por evitar la ruptura. Y mientras su jefe Rivera otea un horizont nacional que le trae la sonrisa picarona a la boca.

A Pablo Iglesias los resultados también le pasan factura. Sus comunes bajan, pierden votos y escaños y le dejan en tenguerengue. Habrá que ver si sus devaneos independentistas y su falta de definición le salen caro en las próximas citas.

Y luego está la cosa económica. Toca ver cuántas empresas y autónomas más van a hacer las maletas y se van a ir. Toca ver si el nuevo gobierno catalán, si es que lo hay, es capaz de convencer de sus bondades a los del dinero. Difícil lo veo.

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