En poca vergüenza de un político, uno creía haberlo visto todo con Bárcenas ataviado de abrigo camel con solapas de caballista a la inglesa, llegando a los juzgados sobradísimo, seguro de que por muchos años que le cayeran de condena por manejar la contabilidad de cloaca de su partido, su pastora estaba a salvo en Suiza. O a Rafael Guerrero, también sobrado a su manera, al llegar a la Audiencia tras confesar públicamente que él disponía desde un cargazo en la Junta de Andalucía de millones públicos en plena juerga on the rocks. Pero la Cataluña enfebrecida ofrece imágenes aún más pintorescas, y en el fondo escalofriantes. Llega a mi móvil un selfie de dos diputados autonómicos catalanes haciendo la gracia de mostrarse con las cabezas pegadas, como dormidos, unidos por el tedio y el sopor que les produce, eso quieren expresar con un sentido del humor muy adecuado al lugar y la situación, el tener que aguantar una sesión parlamentaria en la que rigen procedimientos y moscas cojoneras disidentes. Total, si de lo que se trata es de algo tan natural como el derecho a romper un Estado. Uno de los más antiguos del mundo.

Los parlamentarios que se dan la cabezadita son de la CUP, un partido que no existía hasta hace un rato. Que obtiene bastantes votos, pero muchos menos del poder que ostenta por mor del suicidio de los conservadores catalanes que ha servido para resucitar al partido de aquel Carod-Rovira. Es la CUP un partido emergente, nacido de la rabia de la crisis, que apoya mucha gente que no es precisamente descamisada, que diría Alfonso Guerra. Según un sondeo, el nivel medio de ingresos de los votantes de la CUP nada tiene que ver con el de sus originarios anarquistas rurales: son los más pudientes. Muchos de ellos, de lo más seguros: empleados públicos, que pueden, y bien que hacen, vestir de forma informal en su lugar de trabajo, incluida la sede de la autoridad política. Las formas son para algunos importantes; para otros, no. Bien está. Lo preocupante, por abusivo, es que la foto del tuit de marras vaya acompañada de un "Me aburrooo". Esto es sustancial. Quieren los diputados decirle al mundo superficial e indoloro de las redes sociales que es un coñazo tener que aguantar una sesión parlamentaria en la que se decide, saltándose toda norma, algo tan simpaticote como dinamitar la estructura política de un país democrático. Ay, qué plasta este hemiciclo. La actitud de quienes no creen en el propio Parlamento burgués y capitalista es la viva imagen no ya de la zafiedad, sino del totalitarismo vestido de guay.

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