Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El abominable hombre de los ERE

LA juez Mercedes Alaya ha introducido en la literatura forense una importante novedad: el auto judicial con parche. Se trata de argumento de autoridad consistente en colocar, como se suele decir, el apósito antes de que florezca el grano o, dicho de otro modo, en echar el pegote antes del desconchado. En el auto en el que manda a la cárcel al abominable hombre de los ERE, la juez aprovecha las alusiones de los abogados de la defensa para prevenir cualquier reproche de electoralismo. Es insólito que una juez tenga que aclarar que en el encarcelamiento de un supuesto delincuente no hay motivos electoralistas sino "estrictamente jurídicos". Algo muy anómalo ocurre entre la justicia y la política cuando son menester tales advertencias. Es más, por si alguien persiste en la sospecha, Alaya le recuerda que incurrirá en una "absoluta falta de respeto y consideración a la función de defensa de la legalidad". El "marco temporal", advierte en otro momento, en referencia a la estricta coincidencia entre sus decisiones más sonadas y determinados avatares políticos (como las elecciones), no son más que coincidencias azarosas. Por el marco no se va a la cárcel sino por el retrato, viene a decir. Pero ¿se puede separar al personaje del cuadro? ¿Se puede uno abstraer de las circunstancias políticas para juzgar al personaje sin su aparatoso paspartú?

Las advertencias de la juez, y eso es lo más raro del caso, se producen para avalar una encarcelación que cuenta con el respaldo de la Fiscalía, las acusaciones particulares de la Junta de Andalucía y del Partido Popular y hasta del sindicato ultraderechista Manos Limpias. Esto es, en un momento procesal y político (pues aunque la juez quiera separar tajantemente una cosa de la otra ambas corren paralelas) en que encarcelar a Guerrero es un afán jurídico y político compartido. A la Junta le conviene distanciarse de su ahijado y mandarlo al infierno; al PP le viene de maravilla la repercusión mediática del encarcelamiento. Y al imperio de la ley le cuadra perfectamente actuar con ejemplaridad ante los corruptos después de ciertas decisiones, digamos, discutibles. Guerrero, aparte de malversar caudales públicos, organizar cohechos, prevaricar y falsificar documentos (todo presuntamente) es el enemigo perfecto en las presentes circunstancias políticas. Una inmejorable percha de los palos. Por eso es difícil, si no imposible, separar las dos facetas sin matar al insidioso personaje.

En conclusión: aparte las abrumadores razones jurídicas que avalan el enchironamiento de nuestro abominable, su encarcelamiento ha sido el más influyente acontecimiento habido hasta el momento en la campaña electoral. Pero aún faltan doce días.

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