Editorial

Zapatero ante el laberinto vasco

LA mayoría lograda por el PSOE en las elecciones generales del 9 de marzo, aunque insuficiente, permite al presidente Rodríguez Zapatero un margen de maniobra superior al de la legislatura que termina. Un pacto con CiU o con el PNV, más los dos escaños disponibles del socio gallego BNG, le auguran un mandato sin sobresaltos, con muchas posibilidades de sacar adelante los proyectos de ley comprometidos y los presupuestos de cada ejercicio. Teniendo en cuenta que CiU es la oposición más firme al Gobierno tripartito de Cataluña comandado por el socialista Montilla, la inclinación de Zapatero es clara hacia algún acuerdo de cooperación estable con el nacionalismo vasco moderado, al que los electores han castigado en su tierra precisamente en beneficio de los socialistas. También el propio PNV parece predispuesto al pacto con el PSOE en el Congreso de los Diputados. El problema es que el PNV está reproduciendo en estos días postelectorales la vieja división entre sus tendencias soberanistas, encarnadas por el lehendakari Ibarretxe, que insiste en su referéndum de autodeterminación, y su versión más autonomista y pactista, defendida por el presidente del partido, Iñigo Urkullu. Éste último, presionado por la necesidad de no dejar al lehendakari en el vacío de la desautorización, ha hecho una apuesta verbalmente fuerte: si Zapatero quiere un pacto, habrá de ser ofreciendo al País Vasco un paso de gigante hacia el autogobierno y tener en cuenta la "singularidad" de Euskadi. El actual, y futuro, presidente del Gobierno no debería hipotecarse con un emplazamiento de esta naturaleza. En realidad, es el PNV el que debe resolver sus contradicciones y decidir si acepta un acuerdo con el PSOE, al que lógicamente exigirán contrapartidas en materia de inversiones e infraestructuras, o si, por el contrario, se empecina en la exigencia de que los vascos ejerzan su llamado "derecho a decidir" de manera independiente a lo que piensen los demás españoles (y prescribe la Constitución, por cierto). Si no aparca el soberanismo, Zapatero no puede ceder. Ni siquiera a cambio de la mayoría.

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