Vinieron los extremistas

La violencia nos degrada como personas, tanto si la ejercemos como si la consentimos

Son muchas las veces que el ser humano se pregunta acerca del porqué de los acontecimientos o de la razón por la cual las cosas son, y gracias a esa tendencia o necesidad de obtener una respuesta asimila información y experiencia, y logra alcanzar objetivos. Pero las consecuencias de ese ejercicio intelectual para comprender la realidad no son sólo relativas a un aprendizaje meramente de contenidos. También tiene sus repercusiones en cuanto a las alternativas de actuación y a consideraciones éticas, puede verse fácilmente cuando se tiene noticia de algunos hechos. Podemos comprobarlo en el reciente caso de violencia habido en Zaragoza. Una persona ha fallecido -Víctor Laínez- como consecuencia del brutal golpe propinado por la espalda. El presunto culpable es Rodrigo Lanza, quien ya estuvo encarcelado por haber dejado tetrapléjico, de una pedrada, a un guardia urbano en Barcelona. ¿Y qué es lo que puede evidenciarse con lo ocurrido? Pues que para más de uno parece que como los protagonistas son, por un lado, un ultraderechista, y, por otro, un antisistema es como normal que alguna que otra vez se produzca esta clase de sucesos. Por tanto, se ven tranquilos y, además, recurren a argumentos como los descritos muy bien por Martin Niemöller que, adaptándolos, serían algo así como "y vinieron por extremistas, pero como yo no lo soy…" ¿Y es eso ético? No, obviamente no lo es. Es cierto que ha habido algunas reacciones de partidos políticos pero muy probablemente no habría tenido la misma repercusión mediática y no se habrían producido esos pronunciamientos públicos de denuncia si no estuviera por medio todo el asunto del independentismo catalán, dado que, supuestamente, el origen de la agresión fue el que la víctima portaba unos tirantes con los colores de la bandera española. Habría sido una muerte más que se incluiría dentro de la categoría de casos particulares, de los que estadísticamente hablando presentan una baja cifra. Sin embargo, desde un punto de vista cualitativo su importancia es total porque la víctima lo es al cien por cien sin posibilidad de reparación o de recuperación de lo sufrido y perdido. Pongámonos, si somos capaces, a imaginarnos si nos pasara a nosotros o a algunos de nuestros seres queridos. ¿Concluiríamos que se trata de un tema menor? No, ¿verdad? La violencia nos degrada como personas, tanto si la ejercemos como si la consentimos, aunque haya diferencias de grado, y, salvo en defensa propia, nunca debe justificarse.

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