Verdades privadas

De manera insidiosa han crecido nuevas variantes de violencia, como el acoso

Estamos preocupados por el terrorismo. Es normal. Se trata un tipo de violencia impredecible, que puede afectar a cualquiera, cuyo objetivo básico es crear un estado de terror que facilite a sus ejecutores imponer su dominio sobre los demás. A corto plazo, es bien sabido que con ellos no cabe la racionalidad, el respeto o a algo similar.

La presencia del terrorismo ha hecho que resulte difícil compaginar derechos y libertades con seguridad; tema que ha acarreado debates, sin que hasta la fecha se haya conseguido por completo encontrar el punto óptimo de equilibrio. Su importancia ha provocado la minimización de otros modos de violencia, de tal modo que se ha conjeturado, a veces, ingenuamente que si desapareciera las sociedades serían remansos de paz y modelos de convivencia. Por desgracia, no es así. De manera insidiosa han crecido nuevas variantes de violencia, como es el acoso psicológico y se han reforzado las agresiones de diversa intensidad, con asiduas fatales consecuencias en ambos casos, desde suicidios a muertes de las víctimas. En una primera aproximación, no es fácil concretar todas las causas que han llevado a ese fenómeno, pues son muchas. Desde la psicología se han detectado algunos factores de riesgo pero esto es insuficiente; entre otras cosas, porque hay que ir más allá de lo objetivo y resultando necesario adentrarse en el terreno de la filosofía y, más específicamente, de la ética. Hemos de ampliar el horizonte.

Un problema actual que incide en este asunto es que las verdades privadas han entrado en escena de una manera arrolladora. Dichas verdades pueden llegar a ser muy respetables -algunas no- pero sólo son verificables privadamente, no universalmente y no son intersubjetivas, como afirma Marina. Sin embargo, son utilizadas como absolutas y, a partir de ahí, son empleadas como justificaciones, sin cargo de conciencia, para la coacción y los daños a otros. Sirvan algunos ejemplos: con frecuencia las redes sociales se convierten en cloacas donde van a parar toda clase de insultos, amenazas y desprecios. Por otra parte, hay quienes movidos por su verdad privada acosan o agreden sin más, por desacuerdos u otros motivos, contando con el apoyo de colaboradores morales y con vergonzosas miradas hacia otro lado. Así nos va humanamente. Sindicalistas que golpean si no se siguen sus pautas, trabajadores que acosan a compañeros, maltratadores machistas contra mujeres… Etcétera, etcétera, etcétera. Nunca mejor dicho.

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