La otra orilla

Treinta y nueve

Hay que aislar socialmente a los machistas que se creen superiores, que consideran a la mujer un objeto

Treinta y nueve mujeres han sido asesinadas en España en lo que va de año a manos de sus parejas o exparejas, según datos oficiales del Ministerio de Sanidad. La última mujer en figurar en esta terrible lista es Juana, de 53 años, asesinada a hachazos en La Virgen del Camino. Tenía dos hijos mayores de edad. Juana había denunciado a su marido, pero eso no impidió que éste acabara con su vida. Al igual que ella, el 39,5% de las víctimas mortales por violencia de género en España había presentado denuncia. Además, en el 31,6% de los casos, existían denuncias interpuestas por terceras personas.

Cada una de las 39 mujeres asesinadas tiene un nombre, al igual que Juana: Yolanda, Cecilia, Jacqueline, Isabel, Estefanía, Flori, Benita, Cristina, Teresa, Rosario o María Candelaria. Cada una de ellas con una historia, una vida y una familia, rotas por la violencia machista. Las mujeres asesinadas este año en España dejan 25 menores huérfanos. Se hace urgente desterrar este terrorismo machista de nuestra sociedad. Pero no sólo con campañas que exigen a las mujeres el valor de la denuncia. Difícilmente alguien que vive con miedo, golpeada y vilipendiada puede sacar valor para denunciar al agresor.

Hay que pedir a las autoridades municipales, autonómicas y al Gobierno de España un pacto contra la violencia machista, unas leyes que protejan a las que sufren el acoso y los golpes del maltratador, una ley que sea capaz de prevenir el asesinato y que empodere a la víctima. Pero también hace falta que nosotros, la sociedad civil, la ciudadanía, hagamos frente a esta lacra. Concienciando y concienciándonos, eliminando de nosotros el micromachismo imperante: los comentarios ofensivos contra las mujeres, los chistes de barra de bar. Hemos de volvernos feministas para así transformar las conciencias y condenar y desterrar de nuestras vidas actitudes que atentan contra la dignidad de las mujeres.

Y también hay que aislar socialmente a los machistas que se creen superiores, que consideran a la mujer un objeto, que no terminan de entender que todos y todas somos "hijos del mismo dios", iguales en derecho e iguales en dignidad. Y hay que exigir que se eliminen de una vez los techos de cristal, que las mujeres cobren lo mismo que los hombres por el mismo trabajo, que no haya trabajo de hombres y trabajo de mujeres. Ojalá que algún día no tengamos que escribir otro artículo como éste.

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