Es realmente extraño que no haya más fugados del sistema educativo. Con la dañina frase "mens sana in corpore sano" nos iniciamos en el deporte los baby boomers, pues era lo más fácil para el sistema olvidarse de la música y enseñarnos un segundo idioma, con lo que nos hubieran hecho hombres y mujeres más libres. Pero eso no interesaba a quienes mueven los hilos por arriba. Nuestros hijos accedieron a la tecnología y entonces nuestros milenials y generación X entendieron que el deporte, mejor lo hicieran otros, mientras los desnortados padres convertíamos la tecnología que dábamos a nuestros hijos en una guardería virtual sin control, para que estuvieran entretenidos y les hacíamos creer en un mundo Disney-Bamby, para terminar de inadaptarles al tiempo actual, mientras nos quejábamos de que no teníamos conversación con ellos, dada la brecha generacional que se había producido. El desastre lo ha completado el sistema educativo, desde Primaria a la Universidad, que vio en la tecnología la vía para liberarse de responsabilidades y lo mejor de todo: el camino franco para generar ovejas, con la excusa de que nuestros jóvenes son la generación mejor preparada. Es verdad, pero no les sirve para nada porque no han desarrollado, al no enseñárseles habilidades para desenvolverse en el mundo laboral. Hoy hay fondos de inversión invirtiendo en formación porque la rentabilidad a largo plazo es muy atractiva. Pero esa formación sólo está al alcance de quienes tienen dinero para pagarla, mientras las más avanzadas empresas buscan talento en las clases populares, que acuden a universidades públicas y muchas privadas, a perder el tiempo y aburrirse memorizando conocimientos que serán obsoletos al cabo de cuatro años y aprendiendo profesiones tendentes a desaparecer. Si yo tuviera ahora un niño pequeño no lo incluiría en el sistema educativo, entre otras cosas porque no desearía para mi hijo tanto aburrimiento. Le enseñaría el lenguaje musical y le sumergiría en un segundo idioma, además de mostrarle el universo fascinante de la lectura. Paralelamente potenciaría su autoestima, los valores y la gestión emocional y a partir de ahí, que estudiase la carrera que quisiera, o que no estudiara, o que aprendiera una profesión a través de un grado medio. Huyan quienes puedan del sistema educativo. Sólo genera ovejas obedientes e infelices. El mundo va por otro lado y está lleno de ¡oportunidades! Pero no para aburridos, inadaptados, presos del sistema y desengañados con 20 años. Lo peor es que ellos no son culpables de nada.

La próxima generación de grandes directivos serán filósofos e historiadores. Los primeros porque crean conocimiento, los segundos porque pueden proyectar el futuro. Estos talentos ya los está buscando Google, sin necesidad de que tengan carrera universitaria; si la tienen, mejor, pero no será lo esencial en el paradigma que viene, salvo para las profesiones que especialmente sea requerida. Steve Jobs sólo pisó una universidad para darse cuenta de lo que no tenía que aprender, y no dispuso jamás de titulación universitaria.

La titulitis, como concepto, pronto será una mediocridad.

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