Tancredo afortunado

Todo cuanto Mariano Rajoy no quería que pasase y ha pasado ha redundado en su beneficio

Sobre Rajoy nos hemos equivocado todos, menos Albert Boadella, que lo tiene calado. Se lo escribió en una carta: "Me permitirá que le aplique con el mayor respeto y cordialidad el dicho popular ha nacido con la flor en el culo". Boadella vio, en la iglesia de San Martín Pinario, cómo un rayo solar iluminó desde el cimborio a Mariano Rajoy, y no a los otros intervinientes ilustres, durante el tiempo justo de su discurso. Aquello le deslumbró y, desde entonces, colecciona golpes de fortuna del presidente. Boadella los enumeraba y terminaba su carta deseándole continuidad en su buena estrella frente al reto de la estelada, porque la iba a necesitar.

Imagino al dramaturgo catalán relamiéndose por su profecía, porque Rajoy está teniendo una chamba alucinante que le puede librar de convertirse en el Cameron del sur, peligro del que le advertía, a poco que le fallase la fortuna. Pero no le ha fallado.

Rajoy ha hecho todo lo que estaba en su mano por no hacer nada. Ha dado a los independentistas plazos sobre plazos y hay testimonios de que hasta el último segundo estuvo a punto de cerrar un acuerdo que evitase (a Rajoy, sobre todo) la aplicación del 155. No se evitó porque Puigdemont no aguantó la presión de los suyos. Rajoy lo ha aplicado lo mínimo, y ha hecho lo posible para evitar la prisión provisional de Jordis y ex consellers. Gracias a la separación de poderes, no pudo y se dice que el Gobierno anda enfurruñado con el fiscal general porque no echó más freno.

Pero todo cuanto Rajoy no quería y ha pasado ha redundado en su beneficio y quedará como su magna contribución a la resolución del problema catalán. Que no llegase a su deseado enjuague, sacó al Rey a la palestra, sacó a los catalanes a la calle a defender a España y sacó a las empresas de Cataluña. La temida intervención de la autonomía ha disipado como una niebla mañanera ("tardecita de paseo") los temores de una insurrección. La prisión provisional ha puesto de manifiesto que la fiereza del independentismo era un tigre de papel. El nacionalismo ha quedado retratado y los constitucionalistas nos hemos ido liberando de temores y complejos.

Ahora el PP va a presumir en la campaña electoral de la aplicación de un 155 que hizo todo lo posible por no aplicar. Y está bien porque todo lo bueno ha ocurrido -fíjense- contra de la voluntad de Rajoy, pero gracias a su baraka. Ni Boadella ni yo le quitamos mérito.

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