Siempre me interesó la biografía como género literario y los grandes biógrafos, cuya lista es extensa y sustanciosa, desde Plutarco, Suetonio o Diógenes Laercio, por citar algunos, hasta nuestros días. Pero he sentido especial predilección por André Maurois y Stefan Zweig, que compartieron, además, una dedicación a otros géneros como la novela, el ensayo y la historia. Incluso Emil Ludwig, otro alemán de origen judío. El escritor francés es autor de biografías tan notables como Disraeli, Ariel o la vida de Shelly o Don Juan o la vida Byron, entre otras, novelas como Climas, ensayos como A la recherche de Marcel Proust, Histoire d´Angleterre o Tragedia en Francia, ejemplos de una copiosa obra literaria expresada siempre con una desapasionada objetividad, auspiciada por una rigurosa documentación y una prosa brillante y de exquisita amenidad.

Pero hoy quiero dedicar esta columna a Stefan Zweig, de quien en este 2017 se cumplen 75 años de su muerte en Petrópolis, Estado de Río de Janeiro, Brasil. No sé exactamente si es por eso o por cualquier otra circunstancia, que siempre es propicia, últimamente se ha recordado frecuentemente al autor austríaco, de origen judío, nacido en Viena, que se marchó de su país tras el inicio de la II Guerra Mundial huyendo de la barbarie nazi. Su corta vida en el exilio fue una irremediable e irredenta fatalidad que provocaría el suicidio. Se cumplía trágicamente en él aquella frase que citaba en su estudio sobre Friedrich Nietzsche de la obra La lucha contra el demonio, que incluye también un ensayo sobre la vida y la obra de los poetas alemanes Friedrich Hölderlin y Heinrich Willhelm von Kleist, otros dos ilustres suicidas: "Amo a quienes no saben vivir sino para desaparecer para anularse porque son los que pasan al más allá".

Una de mis precoces lecturas de Zweig fue María Antonieta, que en aquella época era un libro difícil de encontrar y de lectura restringida. Luego vendrían sin apenas resuello tantas otras obras suyas: Fouché, el genio tenebroso, La curación por el espíritu, otra trilogía sobre las vidas de Franz Mesmer, el polémico hipnotista; Mary Baker Eddy, fundadora de la Ciencia Cristiana y Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis; Erasmo de Rotterdam… sus novelas La impaciencia del corazón -auténtica master piece- Los ojos del hermano eterno, la muy reveladora La confusión de los sentimientos, Carta de una desconocida, 24 horas de la vida de una mujer, La piedad peligrosa… Sus memorias El mundo de ayer… sus relatos breves Caleidoscopio y Momentos estelares del humanidad, con el deslumbrante El minuto mundial de Waterloo, del que hice una adaptación para la radio, la Cope de los 60, en la que José Luis Gómez daba su voz a Napoleón. A lo largo del año tendremos ocasión de volver a Zweig. Merece la pena. Tanto como su lectura.

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