Plaza nueva

Luis Carlos Peris

¿Sólo cuesta o día después?

DEPRESIÓN con todos sus avíos, tiempo para lo depresivo el que se nos viene encima y que es calificado de cuesta. Lo de cuesta es un eufemismo, más bien una especie de día después tras los grandes fastos, los dispendios desmesurados, las pitanzas sin tasa y con el bebercio al compás del comercio. Han pasado esas fiestas que empezaron oficialmente con el soniquete monocorde de los Niños de San Ildefonso, pero que en realidad arrancaron hace un mes, cuando el puente aquél tan larguísimo que enlazaba un par de domingos con dos festivos como el día de la Constitución y el de la Inmaculada. O sea que nos hemos llevado de parranda un mes y medio para que hoy, entre regalos y juguetes ya rotos, miremos desesperanzados al frente para comprobar que la cuesta llega más empinada que casi nunca.

Disparados los precios hasta lo disparatado, con el poder adquisitivo cada mes hasta hacerlo insignificante, la cuesta aparece empinada y negra, como si fuese la falda de un Mulhacén inasequible e inaccesible como una pared que se muestra ante nosotros complicadamente vertical en este día después de aquellas fiestas que no iban a terminaban nunca. Será un duro despertar, una vuelta a la realidad hasta el punto de que ese conejo que se recomendaba desde el poder ya no será motivo de chanza, sino alimento indispensable y mayormente para los que no estén en la onda de ese mandarinato que nos lleva camino de no se sabe dónde. Y la temida cuesta llegará con toda su carga prosaica, con los plazos cumpliéndose de forma inexorable para los pagos de aquellos dispendios desmesurados, con la cruda realidad de que aquello que subió bajo el pretexto siempre socorrido de la fiesta continúa manteniendo el status, pero toda cuesta tiene su coronación y su bajada, que siempre nos quedarán las rebajas, ay las rebajas.

Las rebajas serán como un volver a empezar, como si se reanudase la fiesta, ¿o no han visto al personal agolpándose en la parrilla de salida con prisas por hacerse por algo que no hace falta por el mero hecho de estar rebajado? O presuntamente rebajado, porque, a ver, ¿para qué en una Sevilla tan peatonalizada queremos un camello aunque esté rebajado de precio? Quizá el pacífico ungulado sea desecho de tienta y cabalgata, pero es un ejemplo más del camino a no se sabe dónde que llevamos en esta sociedad consumista compulsiva. A un tiempo de fiesta, sobre todo cuando es tan sostenida como la recién agotada, sucede uno de depresión. Y tras un tiempo de ir a favor de querencia las veinticuatro horas del día le llega su particularísimo día después. Como en este lunes que, afortunadamente, tintaron de rojo en el almanaque para que su condición de indudable día después quede atenuada y como las rebajas están ya ahí...

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