Confabulario

Manuel Gregorio González

Sánchez y la libertad

EN algún lugar de sus Diarios, Azaña cuenta las presiones que recibió de la General Electric, dada la posición de privilegio que la compañía disfrutaba en España. Por aquel entonces, Edison, el enemigo de Tesla, ya no figuraba como instigador y faro de la multinacional (entre otras cosas, porque se había muerto), pero no parece que sus estrategias hubiesen variado sustancialmente. La otra noche, en lo de Évole, el señor Sánchez mencionaba a César Alierta y al diario El País como instigadores de una oscura campaña de descrédito contra su persona, dando a entender que el gran capital, ése que fuma puros bajo la chistera, se había puesto en marcha para laminar un Gobierno de izquierdas. Sin embargo, y a pesar de lo que opine el señor Sánchez, lo que estaba en marcha, lo que se había puesto a funcionar, era la libertad de prensa.

El señor Sánchez, como antiguo candidato a la Presidencia de España, debería entender que las empresas periodísticas tienen sus propios intereses, y que la idea de sociedad que defienden no tiene por qué coincidir con la suya. También debería saber que la libertad de prensa consiste precisamente en eso: en que cada cual funde el periódico que crea oportuno, siempre que su contenido no vulnere la ley. Sin embargo, el señor Sánchez parece creer que ha sido la plutocracia quien criticaba arteramente sus actuaciones, a través de las páginas de El País, mientras que el programa de Évole, o la propia cadena que lo acoge, se limitan a transmitirnos una verdad escueta, al margen de los intereses y la ideología de quienes lo financian. ¿Es, entonces, una oscura plutocracia quien se halla detrás de Público, Le Monde diplomatique o La Verdad de Murcia? ¿Son sencillos aldeanos, trémulos y sobrecogidos, quienes sufragan el diario Gara? Ya digo que, en el caso de Azaña, arriba referido, se trataba de una presión real e intolerable contra los intereses de España. En el caso de Sánchez, sin embargo, se trató de una opinión legítima y razonable contra los intereses de don Pedro Sánchez.

Gracias a esta libertad de prensa, el señor Sánchez puede seguir pensando -en horario de máxima audiencia-, que lo suyo ha sido una conspiración contra el progreso. Gracias a esa misma libertad, los demás pensaremos otra cosa o ninguna. La libertad consiste, por ejemplo, en elegir qué opinión nos parece más plausible. La otra tarde, sin ir más lejos, el señor Iglesias eligió aplaudir al representante de Bildu.

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