Francisco José / Núñez Barral

¡Salvemos al Ciudad de Huelva!

Sé que no llegaré a mucha gente, pero creo que debo explayarme aquí sobre la realidad del baloncesto onubense. Vivimos una era de estrés mediático, de intereses creados y de barreras en forma de pulso político que impiden ver más allá de los árboles al borde de la carretera. Pero, a lo largo de mi trayectoria vital, siempre he mantenido mis principios y el ingrediente básico de la fórmula para conseguirlo es muy sencillo: tener memoria histórica y darle a cada uno lo que se merece en cada momento.

Es el caso del Club Baloncesto Huelva. Amigos, compañeros y conocidos míos se manifestaron recientemente en favor del Ciudad de Huelva, para que la ilusión que ha generado a lo largo de tantos años no se desvanezca como la promesa de un político. Precisamente éstos se lo han cargado. Y la indiferencia del pueblo onubense, claro. No se puede ir a ver a un equipo de tu ciudad sólo cuando va bien, o sea, en los play-offs y, para más inri, en la eliminatoria por el ascenso. No es así como se crea un club ganador, un Unicaja o un Gran Canaria o un Iurbentia Bilbao. No.

Al equipo de tu ciudad, llámese Ciudad de Huelva o Cajahuelva (eso es lo de menos), hay que apoyarlo siempre desde la base, desde el núcleo familiar, convirtiendo el día del partido en una excursión maravillosa, como hacen los americanos y como se hace en el fútbol español. La afición tiene que estar siempre presente y de forma contundente, para callarle la boca a los advenedizos con corbata que reprochan: 'El baloncesto no vende', o '¿Para qué voy a poner dinero si vienen cuatro?'.

Este razonamiento me lleva al segundo culpable de la enfermedad terminal de mi querido CB Huelva: la Administración regional, local y estatal. Como entidades públicas, tienen el deber de apoyar económicamente y moralmente (moral = búsqueda de patrocinadores privados) a este club que, no olvidemos, ha jugado dos play-offs por el ascenso en los últimos cuatro años (por cierto, maldito churro de canasta el de aquel gordo seboso hace ya 10 años que sigue pesándonos como una losa) y es el más veterano de la Liga LEB.

Otra víctima de este tercer grado: las empresas de Huelva. No me creo que en una provincia que genera miles de millones de euros en turismo, comercio, industria (Cepsa, Atlantic Copper, Fertiberia... ¿Dónde están esas empresas cuando se les necesita?) y agricultura (fresas, naranjas, arándanos, productos ecológicos...) no haya dinero para mantener a un modesto club de Segunda división de baloncesto. Pero es peor: no hay empresarios que quieran dar la cara en ruedas de prensa por el baloncesto, que quieran verdaderamente luchar día a día por lograr el sueño de la ACB. Sólo hay Recre, Recre y Recre.

La Federación Española tampoco es ajena a este problema: los clubes pagan un dinero por jugar en sus ligas, por lo que la FEB ya debería haberse reunido con el alcalde de Huelva para buscar soluciones que pasan siempre por un concierto entre iniciativa privada y pública. Sólo nos queda rezar por que haya cinco héroes en la plantilla que quieran quedarse y salvar la temporada. Y por que la gente se movilice y que los medios de comunicación les hagan caso. El CB Huelva juega en la avenida de las Fuerzas Armadas y eso es lo que necesita, un ejército de almas que griten a los cuatro vientos que el sur baloncestístico también existe y que hay cosas en la vida por encima de las promesas banales, la hipocresía y los enfrentamientos ideológicos. Se está jugando con la ilusión de un niño que coge el balón cada día para entrenar con su equipo del colegio; se está jugando con el esfuerzo de una cría que quiere saltar más que nadie para coger un rebote; se está jugando con la dedicación de unos padres que inculcan los valores del deporte de equipo a sus hijos para hacerlos mejores personas; se está jugando con el trabajo arduo y sordo de cientos de árbitros, jueces de mesa, operarios de mopa, animadoras, 'speakers', etcétera, que dejan su vida cada fin de semana para asumir su rol en el engranaje del baloncesto onubense gratis o por cuatro perras. Se está jugando con la destrucción de un legado inigualable que va de la figura de Cristóbal Rojas a la cantera del Atalaya, pasando por los grandes momentos en el Estrada, con ascenso y posteriores canastas de Djordjevic, Herreros y Arlauckas incluidas.

Y todo eso está por encima de la burocracia, las reuniones con sonrisa falsa y los desprecios de analfabetos que creen saber hacer la 'O' con un canuto y en realidad sólo esconden su ignorancia con un cargo que le viene demasiado grande (no es el caso de Paco Bayo, que ha sabido rectificar y se ha quedado al frente del barco, aunque haya ratas que lo estén abandonando). El Ciudad de Huelva no es una marca. Es un sentimiento unido por el fervor de muchas personas que, aunque no se refleje en la asistencia al pabellón cada viernes, cristaliza en el amor por el deporte y sus hazañas lejos de la corrupción del fútbol, lejos de la mediocridad y muy cerca de los corazones de un colectivo que clama al cielo para que el segundo emblema deportivo más importante de la ciudad no desaparezca por la estupidez de unos pocos. Ahora, más que nunca, salvemos al Ciudad.

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