Visiones desde el Sur

Rompamos el espejo

Vivir ajeno a la dictadura de ideas emergentes, distorsionadas, parece imposible. Pero no lo es

Cojamos un espejo. Pongámoslo en el suelo y con un martillo hagámoslo trizas. Antes de la rotura, el espejo devolvía una sola imagen del mundo; ahora, una multitud, tantas como trozos de cristal han quedado esparcidos por el suelo. Pues bien, hago alusión a esta metáfora porque prefiero mil veces a las personas rotas, complicadas, con muchas aristas, antes que a aquellas otras que se apelmazan en un pensamiento único y rechazan de plano la diversidad existente entre los seres humanos.

Los poderes todos -incluidos los fácticos- desde que vivimos en sociedad, intentan uniformarnos las ideas como las líneas paralelas que dibuja un batallón de militares en posición de firmes mientras le pasan revista los jefes.

Es decir, se trata de esclavizarnos el pensamiento en una sola forma de ver y de entender la vida. Esto siempre fue así a lo largo de la historia de la humanidad, por lo que no debería extrañarnos. La diferencia actual con épocas pasadas radica en que las herramientas que se han desarrollado en los últimos cincuenta años casi no dejan resquicio alguno para que el pensamiento individual y por ende nuestros actos, se hagan hueco en el marasmo de información con el que, de forma masiva, nos machaca a través de la información digital y las redes sociales: algo que se ha venido a denominar como la ciberguerra.

Los países que controlan los últimos inventos telemáticos se han introducido en nuestras viviendas y lo que es más prodigioso en el interior de nuestros cerebros. Por ahí inoculan en nosotros qué ideas son aceptables y cuáles no, a través del teléfono móvil, el ordenador de cada cual y los medios audiovisuales. Punto. Los antiguos chamanes y oráculos, sustituidos posteriormente por los representantes eclesiásticos y políticos, ahora, utilizan estas vías para mantenernos encorsetados.

Vivir ajeno a esta dictadura de ideas emergentes, distorsionadas, parece, a priori, imposible. Pero no lo es. Si en vez de fiarnos de lo que nos dan por cierto tales instrumentos nos asimos con fuerza al pensamiento que adormece en los libros fundamentales para nuestra formación, cada uno de nosotros se convertirá en una muralla firme en donde los postulados espurios chocarán y se vendrán al suelo como lo hacen los velos que intentan esconder la realidad.

Esta maquinación para mejor gobernarnos solo hay una forma de pararla, disentir de ella, pero, con conocimiento de causa. Lea, es la única opción que nos queda.

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