Horacio / Galea / Pardo

Rinconcitos con sabor

DE toda la vida de Dios y desde que tengo uso de razón, siempre he observado por esta Huelva mía, una serie de típicos rinconcitos, que eran pozos oriundos de auténtico sabor.

Citar a la Tertulia del Litri, escuchando sus conversaciones entre olores a vinillo y avellanas, donde se dejaban adornar, con series de chicuelinas o naturales, era todo un arte practicado en un coso que precisamente no era redondo.

De aquellas tabernas hoy ya desaparecidas, quién no recuerda la del Pechugita en las Tres Calles, la del Macareno en la del Puerto, las Ocho Horas en la antigua 18 de Julio, o la añeja Casa Márquez en su esquina de Montrocal; todas marcaban una especie de cultura no escrita, adornada por sus moradores de una sabiduría que daban los años, los cuales eran abrazados por las horas de duro trabajo y la fatiga adquirida en el muelle, la pescadería, la Renfe o los Talleres de Riotinto.

Historia escrita de Huelva con letras indelebles que ya no volverá, pues los que la vivieron, pasaron a otros rincones donde la Justicia y la Paz, son los valores que a nosotros nos faltan.

Sin menoscabo de otros lugares, traigo a estas páginas mi humilde y sencillo homenaje como hombre de a pie, a un pequeño rinconcito de Huelva, el cual conozco y frecuento desde hace la friolera de treinta y tantos años; es el bar La Placeta. Desde mi época de joven quinceañero, sus antiguos dueños Isidoro y Ana, eran sinónimo de educación, respeto y agrado con sus clientes. Él de corta estatura, deambulaba por el corto mostrador en atención a sus clientes, y ella, con su sonrisa prendida siempre en sus labios, se abría paso entre cacerolas de atún al ajillo y fogones encendidos, donde calentaba la carne con tomate. ¡Qué tiempos!

Hoy todo es diferente. Sus hijos con distinto saber y carácter parecido, atienden el establecimiento a diario, como si fuera una especie de tertulia, donde se entrelazan todo tipo de afirmaciones dentro de la más castiza y popular opinión. Entre comentarios de carrera oficial y un sinfín de carteles de toda Andalucía, degusto mi excelente café mañanero con el bueno de Rafael Prada, el cual con su sabiduría cofradiera, le dan un sabor especial a la Cuaresma o la Resurrección, todo ello con la compañía de -radio tenedor-, que el activo e inquieto de Mace nos ha sintonizado previamente. Isidoro de espaldas a la galería, mientras confecciona sus tapitas, pone oídos en el mostrador donde se entrecruzan itinerarios y tramos, túnicas y blondas, acólitos y presidencias.

Por otro lado, mi apreciado Vieira, tilda los comentarios con acentos de pregón y sabores de descafeinado, afinando prosas incumplidas o pregones realizados.

Este es mi pobre homenaje, con aplausos en silencio y la mesura de mis labios, que se unen al saber de los demás, degustando unos cigarrillos cofrades.

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