Los días, como los recuerdos, están hechos con retazos de la historia en nuestra memoria. Hay momentos en que nos vienen a la mente una serie de ideas que el tiempo sabe hilvanar. Estamos en mayo, en una primavera ya nacida que nos engaña cada día con el sol, la lluvia, las nubes... y hasta con el consabido y dudoso parte meteorológico.

Me contaba un amigo gaditano lo perpleja que se quedó la ciudad de Cádiz cuando hace más de un siglo, en la celebración del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América, los gaditanos pidieron a la corona celebrar la efeméride, en la bella ciudad de la Bahía, tan unida siempre a los grandes viajes al continente americano. Pero la respuesta fue negativa. El Gobierno de aquella época fijó para las grandes celebraciones Madrid y Huelva, pese a las carestías que nosotros teníamos en infraestructuras. Huelva ganó y todos conocemos los grandes fastos onubenses en aquellas fechas, sobre todo en el 12 de Octubre, y que obligó a que una concentración de buques de diferentes países se distribuyeran entre ambas ciudades hermanas.

Qué diferencia de lo que pasó un siglo después, cuando Huelva quedó marginada, olvidada, y a la que solo le dieron las migajas de la mesa sevillana, Expo incluida.

Esas cosas suelen pasar y cuanto más años tiene uno, más decepciones recuerda y vive uno cada día.

En la actualidad las migajas continúan, dejándonos en muchas ocasiones con la boca abierta y el estupor en la cara.

Mi querido Alfonso Aramburu se quejaba el otro día en estas páginas del sueño de una noche de verano que hicieron creer a los onubenses con la pronta presencia del AVE. ¡Cuánta razón, Alfonso! Pero lo más triste no es que nos conformemos con las migajas (que no lo hacemos), sino que tampoco estas tengan verosimilitud de rapidez y eficacia.

Las dos líneas férreas claves de la provincia, Huelva-Sevilla y la de Zafra, siguen siendo tercermundistas. La velocidad media de los trenes es de risa y con ello la ausencia de viajeros. La línea a Ayamonte se perdió para siempre, cuando ella en un futuro de Alta Velocidad que algún siglo llegará, sería magnífica para nuestra unión real con el Algarve.

Pero la vida es así y en los retazos de los chistes de carnaval queda la torre de los cien metros, los dos puentes a Punta Umbría y tantas cosas que todos añoraban (al menos, los que se lo creían). Pero no hay que perder las esperanzas. Somos un pueblo de raza fuerte. Aunque una vez para ser gloria del orbe tuvimos que echarnos a la mar y descubrir un Nuevo Mundo.

Desde aquel 1492, el único Nuevo Mundo que yo he conocido fue un café de mucho tipismo onubense en la calle Marina, junto al Comercial. Pero eso es otra historia.

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