Ajuste fino

Antonio Castro / Ancastro@huelvainformacion.es

Representación con pala y casco

HAY dos momentos en eso de las campañas que son especialmente comprometidos para los políticos: coger una pala para enterrar la primera piedra de un proyecto y ponerse un casco cuando entran en una obra o en una planta industrial.

-- Ése no ha cogido una pala en su vida -es lo menos que puede y suele decir el obrero al que le toca sonreírle al político-. Y lo más que se ha puesto en la cabeza es un sombrero rociero -podría seguir diciendo el trabajador cuando observa la imagen del casco en el capitel del protagonista.

Si hubiera que hacer una relación de cascos industriales, el que mejor lo lleva es Barrero, que de tal guisa parece un perito supervisando la instalación. Barrero tiene un pase, seguramente porque ensaya.

En materia de construcción, uno de los mejores cascos es el de Pedro Rodríguez. El alcalde se ha hecho al casco de maestro de obra por la experiencia que ha conseguido de tanto ir a ver las viviendas que sortea Barragán, y tiene un caminar admisible.

Después viene lo que podríamos considerar la cuadrilla, que es la que no coge el tono. Díaz Trillo o Cinta Castillo igual llevan un casco que un gorro; a Curro Moro le pasa algo parecido y le suele salir la vena rociera cuando visita una obra. En fin, que hay una variedad.

Este tipo de detalles, que podrían parecer superficiales, dejan huella en el subconsciente colectivo, porque es como si los políticos quisieran representar una escena con algo tan complicado como el trabajo manual del proletariado... Y no vamos a entrar en las formas de coger la pala para no bajar la intención de voto.

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