Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Relevo estético

En la Casa Blanca sale el ébano y entran el tinte y la silicona, un cambio de estética que indica el empeoramiento de la ética

Obama y Michelle recibieron ayer a Donald y Melania, asuntos de Estado y asuntos domésticos. A Obama aún le quedan días de estancia en la Casa Blanca, seguirán siendo sus inquilinos hasta horas antes de que Donald Trump jure el cargo el próximo 20 de enero. Ese día saldrán estos dioses de ébano y entrarán los Trump, que, vistos en su conjunto, son como los Dallas de Manhattan, con espléndidos bolsillos y espectaculares cuerpos esculpidos por cirujanos. Donald, con su tupé amarillo de nube de algodón de azúcar con sabor a plátano; Ivana, la dama modelo, y la prole de sus tres matrimonios: Ivanka, Tiffany, Donald jr., Eric y Barron, el chavalote que se quedaba dormido al lado de su padre en el discurso de la victoria. Con Trump llegan los excesos, los insultos verbales, su intransigente boca pequeña, las tías cogidas por el coño, su rijosismo sin complejos, los grifos dorados. Sale el ébano y entra el tinte y la silicona.

Michelle, descendiente de esclavos, profesional independiente, igualada con el marido, se toma un café con Melania, modelo corporal, imponente, siempre detrás de Trump, me las imagino. A ver si Melania vuelve a copiar alguna frase de Michelle, ésta por ejemplo: "Los hombres de mi casa no dicen esas cosas".

Para Wittgenstein no había diferencia entre la estética y la ética, es un único concepto, un hilo lleva del modo de actuar al estilo de concebir; este es un asunto aún no estudiado en el relevo en la Casa Blanca. La estética de Donald Trump es la de Jesús Gil, la de Berlusconi y la de Nigel Farage. En Estados Unidos han ganado los evangelistas blancos atiborrados de hamburguesas como en el Reino Unido vencieron los Roper, moqueta sobre moqueta, la vajilla con su reina serigrafiada, el olor rancio del imperio amenazado por el sobaco del fontanero polaco.

Aunque Trump haya moderado su discurso en las últimas horas y elogie a Hillary, aunque quiso enviarle a la cárcel, y alabe a Obama, aunque extendiese el bulo de que no era norteamericano, su estética le delata. No se trata de un tipo que haya radicalizado su discurso para ganar unas elecciones, él es la prueba de que el sistema falla; no es un ultraconservador religioso en la Casa Blanca, es un payaso mediático sin más ideología que el dinero; su mandato va a ser un reality con millones de participantes, telespectadores y actores a la vez. Berlusconi era el dueño de los medios, Donald Trump es la estrella, zafia, pero descarada.

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