Visiones desde el Sur

Reflejos

Que cada cual se las arregle como pueda en este barrizal en donde lo aparente es mentira

El ser humano se ha acostumbrado a asimilar como inevitables un sinfín de barbaridades -como si de naturales tuvieran algo- impulsadas y cometidas por otros individuos de la misma especie, con la única intencionalidad de los últimos de atesorar dinero o poder, o ambas cosas, dado que en estos insondables abismos de lo obscuro ambos términos vienen a ser como la imagen y su reflejo en un pulido espejo.

No las dos caras de una misma moneda, no, la imagen y su reflejo, reitero, que no es lo mismo ni se le parece. El maestro Borges dijo en su poema Los espejos: "Yo que sentí el horror de los espejos/ no sólo ante el cristal impenetrable/ donde acaba y empieza, inevitable,/ un imposible espacio de reflejos…".

Vivimos rodeados por un mundo virtual que desconocemos y que jamás llegaremos a aprehender porque ignoramos los códigos, las llaves que abren las puertas de la realidad que se esconde tras los pronunciamientos de los oráculos de unos u otros signos y que, de forma permanente y a través de todos los medios escritos y audiovisuales -a los que se han añadido con la fuerza de un imparable ciclón las llamadas redes sociales- nos dicen cuáles son las verdades que deben aceptarse y cuáles otras negarse. Eric Arthur Blair (George Orwell) en estado puro, vamos. Sin vaselina alguna. Eso es lo que tenemos cada día de cada año de nuestra más corta o larga vida.

Abrirse paso en la jungla de las noticias contradictorias no está al alcance de cualquiera, sólo de unos pocos. Precisamente de aquellos que para contrarrestar los hechos generan -mejor diremos ordenan que se produzcan, que para eso son los que mandan- multitud de acontecimientos que llaman nuestra aturdida y casi siempre obnubilada atención, confundiéndonos, generando un marasmo de mentiras en donde la verdad quedará sepultada por los siglos de los siglos.

Sobre lo que hablamos podríamos poner infinidad de ejemplos históricos, clásicos, contemporáneos o de andar por casa, o sea, de uso cotidiano y extendido, como esas cuestiones de las mentiras piadosas. En fin, que aquí hasta el más santo resulta ser un pícaro, el más serio un payaso y el aparentemente más ilustrado resulta que no hizo máster alguno porque tuvo un amigo que… En fin, que cada cual se las arregle como pueda en este barrizal en donde lo aparente es mentira y puede que sólo en el espejo, ese al que Borges temía tanto, quede reflejada la verdad, esa que siempre se nos esconde.

Y punto.

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