Crónica personal

Pilar Cernuda

Recusaciones

EL Tribunal Constitucional ha admitido el recurso del Gobierno contra dos jueces de la llamada "ala conservadora". ¿Y qué? ¿Hay alguien capaz de hacer un esquema sobre qué ha ocurrido los últimos meses en el TC, qué ha ocurrido con sus vocales, quiénes han sido recusados y por quién, quiénes están contra los recusados, quiénes enfermos, a quiénes les ha llegado la hora de marcharse a casa, cuáles a la jubilación, quiénes pertenecen a un sector y cuáles a otros y por qué se ha recusado a determinados vocales precisamente ante de que se tomaran en consideración determinados asuntos?

Casi todo lo relacionado con el Constitucional tiene un tufo maniobrero que deja en pésimo lugar al alto tribunal. Su presidenta había asegurado que habría sentencia sobre el recurso del PP al Estatuto de Cataluña antes de junio del 2007, antes de las elecciones generales. No lo hubo, y la respuesta del Gobierno fue sacarse de la manga una ley que permitía a la presidentas prolongar su mandato. A conveniencia del Gobierno, claro, o así se interpretó. A partir de ese momento llegó la hora de las recusaciones sucesivas por parte del Gobierno o por parte del PP, con el único objetivo de intentar que los vocales de sus respectivas cuerdas no quedaran en minoría. Y seguimos en esa guerra sin sentido, maniobrera y que deja a todos a la altura del betún.

El Tribunal Constitucional es algo demasiado serio como para dejarlo al albur de los políticos. Y sin embargo, lo está. Como el Consejo General del Poder Judicial, que también se encuentra desde hace más de un año fuera de juego, en una prolongación injustificable del tiempo de vigencia por falta de acuerdo entre PSOE y PP.

Ningún país serio funciona si sus instituciones están supeditadas al poder político. Y las españolas lo están desde el momento que un gobierno decidió que un porcentaje de sus vocales fueran elegidos por el Congreso y por el Senado. Es decir, por los partidos. En lugar de elegir a los más idóneos, se ha puesto en esas instituciones a aquellos a los que había que agradecer los servicios prestados, o aquellos que habían demostrado una lealtad a prueba de bomba. Con excepciones, claro está, no todo el mundo se deja manipular por el poder, y de hecho hemos visto ejemplos sonados de vocales del TC y del CGPJ que han apostado por lo que le dictaba su conciencia y su profesionalidad. Pero desgraciadamente para los españoles han sido habituales las consignas, las imposiciones, las ampliaciones injustificables de plazos de vigencia y las maniobras para descalificar o desprestigar a quienes no se avenían a componendas.

Zapatero dijo después de ganar las elecciones del domingo que quería llegar a un acuerdo con el PP para la renovación de las instituciones. Lo deseable es que los miembros de esas instituciones sean de verdad independientes.

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