Recuerdo

Miguel huyó a Portugal ayudado por poetas falangistas que veían en él a un hombre honrado y cabal

Los medios de comunicación están en buena parte en manos de los autodenominados progresistas. El mundo, para ellos, se reduce a buenos y malos. Los buenos, claro está, son ellos y el resto forma parte sencillamente de las tinieblas. Para ser como ellos tienes que ser de izquierdas, separatista, anticatólico, feminista, proabortista y proeutanasia. Eso, cuando menos. Puedes subir escalones en su apreciación y ser procastrista, prochavista, proiraní y así hasta el infinito. Así pues, usted y yo, lector, seguro que para ellos formamos parte del limbo porque algunas de estas cosas nos faltan. Pero he aquí que conmigo están liadillos, porque lo mismo hago un artículo defendiendo a los tirios que otro alabando a los troyanos. Y es que a mí me importa la persona, no el grupo; el individuo, no la manada. Esto lo aprendí de mi padre. Forjada su biografía en un lado de la España dividida, nunca tuvo el menor inconveniente en estrecharle la mano y hacer amistad con los honrados del otro lado.

Toda esta presentación es para hablarles de un poeta íntegro y noble al que admiro, quiero, leo y ensalzo. Su nombre es Miguel Hernández y hoy conmemoramos el setenta y cinco aniversario de su muerte. Miguel fue militante del partido comunista y murió de tuberculosis en la cárcel de Alicante. Yo he viajado en un par de ocasiones a Orihuela, su pueblo, sólo para sentirlo más cerca. La historia de Miguel es muy conocida. De familia humilde, tenía una extraordinaria inteligencia que le hizo ser alumno aventajado en el colegio de los jesuitas de su pueblo, aún hoy en pie. Yo también fui alumno de los jesuitas y allí escuché por primera vez su nombre. Y hablo de la España de los años sesenta. Miguel fue católico sin fisuras, como dice uno de sus biógrafos, como católico era su íntimo Ramón Sijé, a quien dedicó una de las más imponentes elegías de la poesía en español de todos los tiempos. En la guerra luchó bajo pabellón comunista y le sacó los colores en innumerables ocasiones a los vividores y cuentistas del mismo bando que no pegaron un tiro y se dedicaron al postureo en la retaguardia. Miguel huyó a Portugal ayudado por poetas falangistas que veían en él lo que era: un hombre honrado y cabal. Lo cazaron en el país vecino y fue devuelto a España en Rosal de la Frontera. Por eso Huelva entra de lleno en la vida de Miguel y de ahí este artículo. Seguiría y seguiría hablando del gran poeta y de la mejor persona, pero se acaba el espacio. Ya ves, Miguel, también mi corazón vuela esta mañana al almendro de nata de tu memoria, compañero del alma.

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