Caleidoscopio

Vicente Quiroga

Recuerdo de Rafael Azcona

EL cine español ha perdido sin duda alguna a su guionista más brillante, al imaginativo, inteligente y agudo autor de unas historias que en la pantalla sabían representar perfectamente, como en los clásicos, el más sutil carácter español y su peculiar picaresca. Hace menos de un año, el 9 de mayo de 2007 el ciclo de conferencias 'Presencias literarias' organizado por la Universidad de Huelva, nos permitió contar en nuestra ciudad con Rafael Azcona, el guionista más prestigioso del cine español.

Aquel fue un encuentro inolvidable para cuantos estuvimos allí, que, para algunos de nosotros, que tuvimos ocasión de prolongar la velada junto a él, resultó realmente impagable y en esta columna lo certificamos días después. Disfrutamos de un placer que, pocas veces se le brinda a un cinéfilo como yo, que además de participar en un acontecimiento como éste, me permitía expresar públicamente la admiración que le profeso desde antiguo y de la que dejé constancia en mi presentación de Rafael Azcona, para la que fui invitado por la Universidad.

¿Quién me iba a decir entonces a mí y a cuantos gozamos de la grata compañía de Rafael Azcona, de su profundo conocimiento del cine en general y muy en particular del español al que dio tantos días de gloria, de su inteligencia, de su agudeza y su ingenioso sentido del humor, que poco menos de un año después se nos iba a morir? Nada hacía presagiar entonces ni mucho menos tan pronta desaparición de esta vida. Le veíamos feliz, ocurrente, clarividente, perspicaz y sabio en tantos temas y en tantas cuestiones.

Recordar a Rafael Azcona es evocar a una personalidad singular de nuestra cinematografía, de los capítulos más esplendorosos del cine español, del guionista que durante muchos años fue una especie de "el hombre que nunca existió", como recordábamos en nuestra presentación ya que, salvo muy pocos, la gran mayoría del ámbito cinematográfico desconocía su verdadera identidad y durante algún tiempo se especulaba con que se trataba de un seudónimo tras el que se escondía alguna figura importante del ámbito cinematográfico nacional. Se llegó a decir que era el mismísimo Luis García Berlanga, para el que tantos guiones escribió el bueno de Rafael.

Evocar hoy su decisiva personalidad es recordar con sincera nostalgia la auténtica humanidad del humorista, escritor, guionista y dramaturgo, su profunda sapiencia del cine, la literatura, la poesía, la música, el arte en general y los toros - él quiso ser torero y llegó a torear en alguna capea "pasteurizada", nos decía-, a través de su conversación amena y pletórica de sabrosas anécdotas, en suma una ejecutoria intensa, tan plena, tan cargada de argumentos, de más de medio siglo de vida dedicada al cine, desde la decisiva cualidad de guionista, esa profesión para la que no existen vocaciones, como afirmaba Rafael Azcona. Hoy nos llena de tristeza su muerte. Algo muy importante del cine español se nos ha ido con él y nos deja desolados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios