Me refiero a vosotros, al desecho humano que se alegra por la muerte de otro ser humano, ya sea un torero o un fiscal general del Estado. Y os llamo queridas alimañas porque de alguna manera pertenezco a la generación de vuestros padres y en algo me siento interpelado. ¿Qué hemos hecho para crear y criar a esta pestilencia humana? Me pregunto si como generación hemos fracasado. A veces pienso que no cuando veo a una ingente multitud de jóvenes bien pensados y de nobles ideales. Pero otras veces me da la hora baja y pienso que hemos alumbrado una recua de bípedos que han traspasado los límites de la definición de ser humano. Con el fracaso de mi generación iría el de toda una clase política, el de toda una sociedad y el de toda una nación. Estas alimañas que corretean por las cañerías de internet deben ser puestas en manos judiciales de forma urgente. Deben recibir castigo y pena acordes con su monstruosidad. Si no es así, aun en el caso de que hubiésemos cometido el error de alimentarlas, saldrán de los desagües y de las alcantarillas, nos invadirán y acabarán con todos los que vamos por la vida respetando un poco más que ellos eso que llamamos ser humano.

Mirad, queridas alimañas, yo y vuestros padres vivimos los años de plomo del terrorismo en España, otros que tenían parecida escala de valores a la vuestra. Cientos de españoles fueron triturados bajo las bombas. Había meses de varios atentados. Llegamos a algunos momentos en los que nos parecía imposible soportar tanto horror. Pues mirad, queridas alimañas, cuando un terrorista caía abatido por las fuerzas del orden en uso de su legítima defensa, yo no me alegraba, tampoco lo sentía, es verdad. Me decía que un bárbaro menos y nada más. La vida humana para algunos de nosotros es sagrada, todavía pensamos así. Por eso estamos en contra de la pena de muerte, en contra del aborto y en contra de la eutanasia. Pero como nuestros políticos os han acostumbrado a pensar que cien mil fetos eliminados de los vientres de sus madres cada año es algo que no tiene la menor importancia, pues es casi normal que eso de la vida humana para vosotros carezca de valor alguno. Es más, la muerte de un ser humano os da la risa y brindáis con champán si el muerto no es de vuestra cuerda.

Normal, os hemos atiborrado de derechos, pero por lo que se ve no os hemos enseñado el más elemental de todos: todo ser humano tiene derecho a la vida y, salvo legítima defensa, nadie puede arrebatársela. Hasta vosotros tenéis ese derecho, lástima que estéis empeñados en abandonar el título de seres humanos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios