Sin embargo, que nadie se equivoque, el legado de un pueblo es el que nace de la discusión y de los pensamientos de los labradores de la cultura y no el que escriben a golpe de boletín los que eventualmente ejercen el poder en cualquier lugar del mundo.

De ahí la necesidad de reivindicar la pregunta como elemento necesario para progresar. Pero... ¿qué detiene a la ciudadanía para interrogarse sobre los aspectos del entorno que les afecta? Esta interpelación podría contestarse con múltiples respuestas, pero me ceñiré solo a dos: la ignorancia y el miedo.

Cuando es la ignorancia la que marca el quehacer de una sociedad, entonces, podríamos decir que el poder ha conseguido su objetivo: disponer de unos obreros sumisos. Ya lo decía Orwell en su novela 1984.

Cuando nace del miedo es que entonces, la espada -el tanque, la cárcel, el vilipendio, la censura o la muerte del transgresor-, se ha impuesto a la pluma, a la palabra.

No hace mucho, en unas jornadas literarias en Antequera, maravillosa ciudad en el corazón de Andalucía, escuché a alguien diciendo que "... el miedo, es el conjunto de todos los males -reales o ficticios- con ausencia absoluta de bien alguno o explicación racional que lo anule".

La ignorancia puede salvarse con la formación -reglada o no, eso no importa- pero, el miedo, el miedo es libre; es de cada uno; cada cual tiene sus propios desasosiegos y habrá de encontrar la fórmula para resolverlos. Y hay una cosa aún más peligrosa y gravosa para el desarrollo en paz y en libertad: cuando el miedo se hace colectivo y se expande como una metástasis a la sociedad toda, estamos en manos del terror sin remedio: nos hemos convertido en títeres de unos tiranos.

No obstante, quiero reivindicar hoy el valor de la pregunta como elemento modificador del presente. ¡Atrévase a preguntar lo que no entienda! Cuando vea algo inadmisible o incomprensible para usted, diga... ¿y esto, por qué?

¿Es usted feliz? ¿Le llegan sus honorarios a fin de mes? ¿Están capacitados nuestros dirigentes para gobernarnos? ¿Hay paro en España? ¿La alegría y la felicidad de los pobres, pudieran atentar contra las propiedades de la gente bien?

Haga preguntas: utilice su pensamiento como una ametralladora. Cruce su pecho con una canana de preguntas y a la menor de cambio, cuando se encuentre con algún responsable, acribíllelo a preguntas y cuando lo tenga rodeado, exíjale la respuesta. Dormirá más tranquilo, se lo aseguro.

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