Aunque siempre haya sido una señal de poder, hace ya muchos, pero muchos años, que el dinero sólo era un medio, una táctica para alcanzar algún objetivo. Actualmente, además de ser un instrumento de intercambio, ha llegado a convertirse en el censor de las políticas sociales y, sobre todo, en la llave mágica que permite que sigan existiendo servicios que puedan originar más dinero, a fin de que pueda invertirse más y así duplicar el dinero. La cuestión económica ha llegado a almacenar tanta relevancia social que constituye hoy la base que asienta y justifica el neoliberalismo que nos alberga en su seno. Así, a nadie llama la atención que el Gobierno, del momento y del partido que sea, decida sobre las cuestiones vitales para la población en función del dinero que disponga. Pero ya no es solamente eso, es más. No se valoran las creaciones artísticas o culturales si no producen capital. No prospera ningún equipo deportivo onubense, por bueno que sea, si no da dinero.

Huelva acoge el Campeonato de Europa de Bádminton para regocijo de los aficionados a este deporte en general y especialmente para los numerosos y fieles admiradores de Carolina Marín, que llenan las gradas aclamándola. La jugadora confiesa sus emociones al competir en el Palacio de los Deportes que lleva su nombre y los aficionados al bádminton están disfrutando con las grandes figuras que están pasando por sus pistas. Pero ésta es solo una manera "romántica" de analizar el campeonato y aunque exista otra, la deportiva, que pone su atención en el despliegue de fuerza muscular y en la coordinación de movimientos que ha llevado a Carolina Marín a la final, la que cuenta, cómo evitarlo, es la parte económica. Lo que realmente estimula y regocija son los 800.000 euros calculados de ingresos entre pernoctaciones, restauración, transporte y ocio. El principal motivo para ofrecer el Europeo a Huelva son los 25 millones de euros, como retorno indirecto por el impacto de la marca del evento y la marca Huelva y Andalucía con la publicidad correspondiente.

Entristece comprobar que si las ganancias no fueran estas o similares, que si no se ocuparan las gradas con los 20.000 espectadores previstos, no se recordarían los sentimientos que despiertan los inicios de Carolina en La Orden, no se destacaría la impresión que causó la capacidad aeróbica de Koch o la extraordinaria flexibilidad de Abián o de Corrales. Porque todo tiene un precio. Porque sólo lo que reporta dinero, vale.

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