En tránsito

Eduardo Jordá

Pezuñas de dromedario

UN amigo mío encontró en los sótanos del Ministerio de Industria el expediente que guardaba un proyecto concebido por un militar destinado en lo que entonces era el Sahara Español. El proyecto, redactado en los años de la posguerra, cuando la España de Franco estaba sometida a un embargo internacional y faltaban combustible y materias primas, consistía en confeccionar carburante líquido a partir de una sustancia fabricada con pezuñas de dromedario. En el proyecto se incluía una explicación detallada del proceso de "fermentación industrial" (así lo definía) al que había que someter las pezuñas hasta conseguir el carburante. Después venían varios folios con fórmulas químicas y matemáticas. El expediente, que contaba con muchos informes favorables, fue pasando de dependencia en dependencia hasta que cayó en manos de una persona competente (en este caso, alguien con conocimientos de química, o acaso un simple ser racional), quien dictaminó que aquello era una locura. Y nunca más se volvió a saber de él.

El otro día vi en la televisión a un experto educativo, que comparecía ante la "sociedad en general" -esta gente siempre se dirige a la "sociedad en general", igual que hacían las folclóricas que le hablaban de tú a "toda España"- para anunciarnos que los desastrosos resultados del informe PISA sobre la educación española no debían considerarse un motivo de alarma, sino más bien todo lo contrario. "Los resultados son normales. No estamos ni mejor ni peor que otros países de nuestro entorno", dictaminó aquel buen hombre. Y entonces me acordé del militar que quería fabricar carburante con pezuñas de dromedario. Hoy en día -pensé-, aquel hombre no sería un inventor fracasado. Hoy trabajaría de experto en el Ministerio de Educación. Y todo el mundo lo invitaría a congresos universitarios.

Siempre ha habido gente que ha hecho de la necesidad virtud. Aquel militar descubrió que había muchos dromedarios en el Sahara y que nos hacía falta carburante. Ahora tenemos expertos educativos que dictaminan más o menos lo mismo, es decir, que los múltiples dromedarios que pueblan nuestras aulas no son eso que parecen -simpáticos dromedarios que apenas saben leer y escribir-, sino escolares que carburan porque están al mismo nivel que los escolares de nuestro entorno. A uno de estos alegres dromedarios, por cierto, lo hemos visto en un vídeo, bajándole los pantalones a un profesor ante las carcajadas de sus compañeros. "Son hechos aislados", ha corrido a asegurarnos (a nosotros, la sociedad en general) uno de esos eminentes pedagogos que asesoran a ministros y consejeras. Que alguien empiece ya, por favor, a fabricar carburante con esas pezuñas de camello.

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