El pasado sábado me tropiezo con la manifestación de pensionistas, o sea, con mis compañeros de calendario. Bajo unas apretadas filas de paraguas iban la lluvia, para todos, y las justas reivindicaciones, para otros muchos, que no para todos. Y digo esto porque nada más llegar al bullicio me encuentro a una pareja, matrimonio decíamos antes, que conozco realmente bien. Saludos, abrazos y la amistad que me lleva a preguntarle con alguna sorna y tú qué haces aquí. Por los derechos míos y de mis nietos, me dice el amigo. Lo de los nietos es muy loable, pero fue una salida de lo más digna que se le ocurrió porque sabía que lo conozco de muchos años y muy bien. Para empezar no tiene nietos, primera paradoja. Espero y deseo que los tenga y pronto. Pero lo que él quería disimular era que estaba allí vociferando indignación hasta por los rabillos de los ojos cuando él y su mujer, ambos pensionistas, perciben juntos unos cuatro mil euros, o quizás más, mensuales. Multiplíquenlo por catorce pagas y verán por qué decía que estaba allí por los nietos. Hay más que contar, pero lo dejo aquí.

La segunda paradoja vivida o leída en estos días ha sido también muy actual. Leo en un periódico de difusión nacional un estupendo artículo, bien documentado y mejor escrito, de una periodista a la que auguro un buen porvenir si sabe y es capaz de resistir el bombardeo que ya le estará llegando desde la artillería de lo políticamente correcto, o sea, de lo imbécilmente correcto que es exactamente lo mismo. Nos cuenta esta mujer un resumen, números incluidos, de los asesinatos de niños habidos en España a manos de sus padres y madres en los últimos cinco años. Van las mujeres por delante, como suena, aunque la división acorazada feminista amenace con bombardear verbalmente al periódico y a la periodista. Veinticinco mujeres, madres y madrastas, han matado a veintiocho niños. En el mismo período veinte padres han matado a veinticuatro hijos. Pero siendo esto paradójico y significativo no es lo más destacado. Lo que es realmente impactante en este trabajo es cuando la periodista le pregunta al representante nacional de Save the Children por el registro de los niños asesinados fuera del concepto "violencia de género", lo que oye es "no lo encontrará". La mayoría de los asesinados por los padres son recogidos dentro de ese epígrafe y están contados. Los que son asesinados por sus madres no están registrados oficialmente. No están contados fuera de los juzgados. No existen para la Administración. Esto no es una paradoja, es sencillamente una foto de una sociedad instalada en el disparate hecho norma.

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