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M. Enrique figueroa clemente

Profesor de la Universidad de Sevilla. Académico de número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

El Papa por el desarrollo humano integral

El mundo actual está lleno de injusticias, descartes, inequidades, pobreza, guerras que generan cada día mucho sufrimiento, y también demasiado odio, un odio en crecimiento, que pasa factura en forma de muertes inocentes. Una parte de la humanidad sufre calamidades ambientales; gran parte de los seres humanos pasan hambre y sed; las migraciones se han convertido en un problema sin solución agravado por las guerras; el incremento de la riqueza está por encima del bien común; el gasto armamentístico aumenta; el desprecio a la vida es manifiesto. Los cambios globales a los que asistimos, con incidencia local, nos muestran un mundo lleno de incertidumbres. Ante esta situación habría que reconsiderar nuestro principios perdidos, nuestros valores olvidados y con la fuerza de la unión solidaria en la búsqueda de soluciones comunes encontrar ese camino que hoy se muestra perdido, donde se encuentra el espacio vital común de la humanidad. El espacio del bien común, un paraíso perdido por un mundo enloquecido por el poder, el dinero y la gloria. Los únicos principios materiales integradores en este marco son los principios de la sostenibilidad integral y global que generan una posibilidad de solución al contemplar el sistema en su conjunto y estableciendo caminos de solidaridad entre todos los seres humanos, tanto intergeneracional como intrageneracional, basados en el respeto al medio ambiente y la búsqueda del bien compartido y la bondad universal.

En la Carta Encíclica Laudato Si sobre el cuidado de la casa común, nos dice el papa Francisco que "el amor puede más y por ello podemos concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita en una casa de todos". Como base para este nuevo modelo de desarrollo, el Papa manifiesta la necesidad de "una ecología integral, que incorpore las dimensiones humana y social". El papa Francisco nos delimita una ruta a partir del "desarrollo de una conciencia de origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos, imprescindibles para el cambio desde el respeto a la persona humana en cuanto a tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral". Esta es la base del desarrollo humano integral, un camino para alcanzar un futuro compartido, justo y equitativo, donde la natural bondad del ser humano sea una realidad. Para intentar hacerlo real en el mundo, el papa Francisco ha instituido, el 17 de agosto de 2016, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, para adaptar mejor el trabajo de la Santa Sede a las necesidades y el contexto actual del mundo y el planeta. La presentación de esta nueva institución vaticana se realizó a través de una Carta Apostólica en forma de Motu Proprio (Motu Proprio Humanam Progressionem).

Manifiesta el papa Francisco en dicha carta: "La Iglesia está llamada a promover el desarrollo integral del hombre a la luz del Evangelio. Este desarrollo se lleva a cabo mediante el cuidado de los inconmensurables bienes de la justicia, la paz y la protección de la creación. El Papa ha nombrando prefecto del Dicasterio al cardenal Peter K. A. Turkson, actual presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz.

Este Dicasterio se encarga de "todo lo que se refiere a la justicia y la paz, las migraciones, la salud, las obras de caridad, el cuidado de la creación, y manifiesta su solicitud por los más necesitados, en el marco de la doctrina social de la Iglesia, que promueve los necesitados, los enfermos y los excluidos, los marginados y las víctimas de los conflictos armados y de las catástrofes naturales, los encarcelados, los desempleados y las víctimas de cualquier forma de esclavitud y de tortura". Es decir, se encarga de cuidar de los desheredados, los desposeídos y los descartados del planeta, como hizo Jesús de Nazaret en su tiempo en la tierra donde vivió, dejándonos el mensaje esencial del Evangelio, un mensaje que llevado a la práctica solucionaría hoy muchos problemas. El mundo pasa por un grave momento con problemas locales y nacionales. Especialmente preocupantes son los problemas globales debidos al desarrollo de una geopolítica donde vendemos armas y cerramos fronteras, injusta, ambiciosa y cruel alejada de la solidaridad y el amor al planeta y sus criaturas. Un nuevo orden mundial debe ser instaurado, y el desarrollo humano integral que defiende el papa Francisco es un camino que debemos considerar, quizás el único camino con futuro.

Pero sobre todo lo deben meditar los que tienen posibilidades de cambiar la situación que vivimos hoy, es decir, los poderosos, los que se reúnen en foros económicos mundiales, los políticos con capacidad para modificar las cosas en el plazo corto que precisa el sufrimiento reinante. ¿Qué harán los católicos que tienen poder económico o político ante esta propuesta del papa Francisco? El modelo del papa Francisco tiene alcance ecuménico y debería unir a creyentes de todas las religiones y no creyentes por un futuro común.

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