En el PSOE, como en la sociedad catalana, también hay un sector silencioso, aunque no es mayoritario, que acaba de perder unas elecciones internas. Los comenzamos a llamar los del Antiguo Testamento hace unos años, cuando a Rodríguez Zapatero le dio la fiebre adanista. Son federalistas, personas de Estado y, si no intelectuales, muy leídos. No tuvieron que empaparse de la Transición en los libros porque ellos estuvieron escribiéndola, y no tienen nada que perder, son viejetes senatoriales despojados de poder. En la carta que han remitido a su secretario general, Pedro Sánchez -por cierto, ¿existe este hombre?- , le recuerdan que el PSOE debe estar con la Constitución y con el Estado, y que el Gobierno es el poder ejecutivo del Estado, el que debe ejecutar las acciones para acabar con la insurrección. Y, además, le aclaran que el diálogo que reclama Puigdemont es sólo para marcharse, pero de modo ordenado, con nuestra bendición, sus empresas, sus bancos y su caja de pensiones. Y no sólo son los del Antiguo Testamento, hay muchos presidentes autonómicos que están indignados, diputados y senadores que no conciben que Pedro Sánchez siga ausente y silente. El grupo reventará cuando deba votar la reprobación de Soraya Sáenz de Santamaría. No se trata de ir contra Sánchez -eso pasó-, sino de que arriesgue, que sea líder.

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