El fallido intento de relanzamiento de la marca PP este fin de semana en Sevilla, frustrado por el affaire Cifuentes, la liberación de Puigdemont y la baja moral de la tropa, ha tenido como principal animador a Rajoy y como primer perjudicado a Juanma Moreno. Amparar su candidatura a la Presidencia de la Junta era uno de los objetivos de esta convención, tras varias encuestas desfavorables, alguna de las cuales colocaba al PP como tercera fuerza. Moreno es un sorayo, designado presidente popular de Andalucía en 2014 por Rajoy por insistencia de Sáenz de Santamaría, con la complicidad de Arenas y contra el criterio de Cospedal.

Desde entonces ha hecho cientos de miles de kilómetros y se ha entrevistado con representantes de todos los sectores de la sociedad andaluza, pero no ha sacado rendimiento al esfuerzo. En Génova tiene el apoyo incondicional de su amigo Martínez Maíllo, pero en Andalucía el partido está dividido en reinos de taifas y hay territorios en los que manda poco. Culebrón de Madrid aparte, aquí está la mayor urgencia de los populares, porque las autonómicas andaluzas serán la primera cita del nuevo ciclo electoral. Y se adelantarán varios meses a las municipales, regionales y europeas de 2019.

La intervención de Moreno en la apertura de la convención le definió bien. Pidió esfuerzo a sus compañeros, con sesgo autocrítico, para mejorar o trasladar mejor lo que se hace bien. Reprendió a la presidenta de la Junta, tarea a la que dedica mucho más tiempo que a lanzar ideas o planes propios. Presumió de "principios irrenunciables" del PP como la prisión permanente revisable o unidad de España. E hizo propaganda de la bondad de los Presupuestos Generales del Estado para esta comunidad autónoma, sin entrar en mucho detalle. Estos PGE han sido criticados por la Junta, porque Andalucía figura en el puesto 13 en financiación por habitante entre los territorios españolas. Y el presidente de la patronal CEA ha pedido al Gobierno mayor inversión pública en infraestructuras. González de Lara ha advertido al PP que si sigue la "austeridad luterana" matará la economía andaluza.

A Cospedal le quedó muy épico decir "tenemos que defender lo nuestro y a los nuestros". Pero la procesión iba por dentro: habló de heridas y de desmoralización, aunque fuese para negar la evidencia. Ese prietas las filas de la ministra de Defensa era cobertura aérea para Cifuentes, tan necesitada de protección militante. También la abrazó Rajoy. Aunque los precedentes de abrazos marianos a los Camps, Barberá, Matas o Bárcenas ponen en un riesgo cierto a la lideresa madrileña, a la que en tres días no se le fue de la cara una sonrisa tan forzada que parecía una máscara.

En cualquier caso, ni el PP ni Moreno Bonilla salen de Sevilla relanzados. El partido ha hecho un máster en defensa personal; ha quedado enrocado y a la defensiva.

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