Democracia: 1. f. Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos. 2. f. País cuya forma de gobierno es una democracia. 3. f. Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes. 4. f. Forma de sociedad que practica la igualdad de derechos individuales, con independencia de etnias, sexos, credos religiosos, etc. Vivir en democracia. U. t. en sent. fig. 5. f. Participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones.

Separación de poderes: En cada Estado hay tres clases de poderes: Por el legislativo, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que están hechas. Por el ejecutivo, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones y por el judicial, castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares.

La Real Academia y Montesquieu sirven para explicar los pilares básicos del Estado de Derecho, tal y como fue parido en la Ilustración. Viene al caso esto porque si el francés levantara la cabeza es posible que reclamara el regreso al Antiguo Régimen que están propugnando estos días gran cantidad de políticos, opinadores y mediopensionistas de la tertulia bullanguera. Resulta, oh sorpresa, que es un escándalo que se mande a prisión a los artífices de un intento de golpe de Estado.

Vivimos en un país de cachondeo. Hace una semana todo el mundo mínimamente razonable -y aquí dejamos fuera a Pablo, Ada y sus secuaces- estaba de acuerdo con que la aplicación del artículo 155 de la Constitución era la única salida para el desastre catalán. Se aplaudió su puesta en práctica por su fondo y por sus formas. Tanto que ha parecido que la República catalana no era más que un mal recuerdo.

Siete días después, la decisión de una juez de mandar a prisión a quienes orquestaron un plan para romper la convivencia en el Estado se considera excesiva, desmesurada y exorbitante. Un atentado contra la convivencia y la solución política del conflicto catalán. Siendo ésta necesaria, y la única salida posible, uno no puede por más que preguntarse en qué tipo de país vivimos. Si tenemos una separación de poderes para que el Ejecutivo no campe a sus anchas, el legislativo no haga normas irregulares y el judicial evite los incumplimientos de esas leyes, ¿a qué viene ahora esta sorpresa?

Habrá quien diga que el Estado debería ser inteligente y evitar que los jueces tomasen estas decisiones, porque tensan las situaciones y provocan airadas reacciones. Son los mismos que dicen que esos mismos jueces son laxos con otras causas cuyos protagonistas deberían estar en la cárcel. ¿En qué quedamos pues?

Sencillo. Quedamos en una clase política y tertuliana que no cree en su Estado de Derecho, que tira de separación de poderes según le convenga y que camina inexorablemente hacia su destrucción. Yo me bajo y me quedo con Montesquieu y su separación de poderes, qué quieren que les diga.

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