Mentiras y manipulaciones

Las noticias falsas no encuentran en muchos el conveniente escepticismo y el saludable espíritu crítico

En las campañas electorales siempre ha habido un poco de todo; así, entre otras cosas, pueden encontrarse mentiras, ignorancia y maldades. Hasta no hace mucho, ha habido una cierta aceptación de esas prácticas y de alguna dosis de excesos verbales en la búsqueda desesperada de votos durante ese periodo. Pero, en esto de la política, los tiempos no es que estén cambiado, como cantaba Bob Dylan, sino que ya han cambiado y no precisamente para mejor, sino para lo contrario. Todos los partidos y líderes, en mayor o menor medida, participan de ese retroceso moral; aunque eso sí, los hay que son auténticos especialistas al respecto. Es fácil advertir que en la actualidad se recurre con más frecuencia que antes a fórmulas y procedimientos propios del populismo, del cortoplacismo y, especialmente, de la fabulación; en definitiva, de lo que genera ilusiones en la consecución de metas deseables, prácticamente, sobre la marcha y sin tener que hacer apenas esfuerzo. En este contexto, las verdades cada vez importan menos o incluso nada, lo que se busca es el gesto o la frase impactante que se convierta en tema del momento en los medios de comunicación o en ese coto sin vallar que son las redes sociales. Esto se vio diáfanamente en las últimas presidenciales norteamericanas, que proporcionó la victoria a Donald Trump; pero también lo hemos presenciado durante el proceso catalán que pretendía lograr la independencia de esa comunidad autónoma, cuyos defensores tuvieron para esta tarea apoyo del exterior.

No hace mucho resultaría inconcebible la existencia de equipos organizados para crear y difundir noticias falsas de manera continuada, bombardeando a miles y miles de personas a través de sus móviles y ordenadores. Hoy es una realidad con la que tenemos que convivir y el problema de la misma es el que, en muchos, no se topa con el conveniente escepticismo y el saludable espíritu crítico que actúen como frenos o diques de contención, por lo que les influye en asuntos tan importantes como son los comicios que determinan quién o quiénes gobernarán durante varios años. Lo ocurrido y transmitido en Cataluña, por parte de los independentistas, puede ser mostrado como ejemplo de posverdad, en el que la mentira y manipulación han arrastrado, desgraciadamente, a un buen sector de su sociedad; a algunos de sus miembros, quizás de buena fe, pero a otros no. Las consecuencias negativas habidas nos afectan a todos y ya veremos si no durarán más de lo esperado.

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