E style="text-transform:uppercase">l agradecimiento brota muchas veces de los recuerdos. Hace días ha fallecido un hermano marista bien querido en Huelva, donde cubrió una larga etapa de varios lustros al servicio de la enseñanza en el Colegio Colón. Se llamaba Esteban Aparicio Mansilla, había nacido, como cientos de maristas, en tierras de Burgos y llegó a Huelva en la obediencia de su congregación religiosa a impartir enseñanza a los jóvenes onubenses. Hombre muy cualificado en su saber, dio clases de Matemáticas y de Física y Química. Conversador infatigable, mantenía conversaciones llenas de interés para todos desde su llegada a Huelva en 1978.

Fue educador de mi hijo y le traté en multitud de ocasiones con toda amistad y recuerdos llenos de añoranzas de mi paso por el colegio, desde aquel edificio de la calle de La Fuente, contándole los inicios de los Maristas en Huelva e intercambiando datos y conocimientos suyos de los hermanos que habían pasado por nuestra ciudad, lo que me sirvió mucho para escribir mi libro sobre la historia marista en Huelva titulado La pasión de enseñar.

Su espíritu jovial, sincero, noble nos ganaba a todos. Siempre acompañado del recordado hermano José Ramos, asistía a todas mis conferencias con espíritu de amistad único.

Esteban Aparicio se apoyaba en su vida en tres vertientes a las que dedicó todos sus días: el amor a la Virgen María, su entrega a sus alumnos y al arte.

He conocido a través de muchos años de colaboración con la Congregación a varios hermanos auténticos maestros del arte de la pintura, Esteban ha sido uno de ellos y para mí el mejor. Su vocación a los pinceles ha quedado para el futuro en la decoración de la capilla del colegio. Como buen pintor ofreció una magnífica colección de obras en la Casa Colón en una exposición que fue muy comentada por su valía.

Pero sobre todo, en sus setenta y un años de edad, lo más bello de su vida fue la devoción a la Virgen María como buen marista y su apostolado de transmitirla a todos sus alumnos, amigos y conocidos.

Esteban Aparicio Mansilla fue un enamorado de Huelva, por la que paseaba casi a diario defendiendo nuestra historia, nuestras tradiciones y cuanto se incardinó en su corazón ya casi onubense.

Ha entregado su alma a Dios, en Córdoba, sin perder nunca su presencia en nuestra ciudad donde ofreció los últimos años de su vida docente en la congregación marista. Voló al cielo un amigo. Descanse en paz.

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