Vaya por delante que soy un firme defensor de la independencia judicial y de la necesidad de que los jueces realicen su labor sin más ataduras que las que deriven de la ley. En ese sentido, por muy erróneas que considere sus decisiones, no seré yo quien participe en el linchamiento de ningún magistrado. Instancias superiores hay para enderezar lo presuntamente torcido. Pero, sentado tal principio, nada impide tampoco una sana crítica, de la que no debe quedar exento el ejercicio concreto de la potestad de juzgar.

Es en este ámbito en el que me permito afirmar que la famosa sentencia de laManada me parece un disparate: si la concurrencia de fuerza o intimidación es la que transforma el abuso sexual en agresión sexual, complejo resultará concluir que ninguna de ellas, admitido que no hubo consentimiento, son apreciables en los hechos probados. Que cinco energúmenos rodeen a una chica en un portal y la penetren en las condiciones descritas en la resolución, aunque todo ocurriese en un clima engañosamente pacífico y sin resistencia física de la víctima, difícilmente podrá entenderse como un suceso en el que no hubo agresores ni agredida. Se trata de una consecuencia lógica que deriva naturalmente del propio sentido común y que la gran mayoría de ciudadanos - a la indignación en las calles me remito- tiene, más allá de tecnicismos normativos, indubitadamente por cierta. Hubo intimidación que equivale a violencia (la misma o parecida, por cierto, que, esta vez con la encendida discrepancia de una progresía sectaria e incoherente, emplearon en el procés los rebeldes catalanes).

De ahí en adelante todo vuelve a ser un juego de cacerías y de manadas: instrumentalizar las movilizaciones para deslegitimar el sistema judicial español al completo es otra tropelía de quienes, aprovechando el lance, arriman el ascua a su sardina populista y dinamitadora; estigmatizar personas, por muy abstrusos que sean sus razonamientos, otra forma de ejercer esa violencia e intimidación que consideramos siempre inaceptables; olvidar, al cabo, el excelente trabajo de tantos jueces que cumplen diariamente con su obligación, un caso de amnesia oportunista, de manipulación ruin de la realidad.

Cazar en grupo es actitud que diríase de moda. Y eso no deja de ser una pésima noticia para el sosiego y el futuro de una sociedad que, con desbordante e infundado optimismo, se autoproclama racional, libre, garante y desarrollada.

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