Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Manada

En España, cierto buenismo, instalado como doctrina, se mezcla muchas veces con el sectarismo

Supongo que mi percepción influirá el tener hijos en edades que rondan la de la chica atacada en los pasados Sanfermines por el grupo de descerebrados que estos días se sientan en el banquillo en Pamplona, pero me llevaría una enorme sorpresa si no terminan comiéndose los 22 años de cárcel que les pide el fiscal. Incluso en el caso, altamente improbable, de que la versión que intentan presentar para defenderse se aproximara en algo a la verdad. Cuesta trabajo imaginar una escena más horrible que la de cinco tipos hechos y derechos abusando de forma repugnante en un portal de una casi niña que estrena mayoría de edad. Por muy borracha, drogada o ida que estuviera en ese momento la muchacha. Cualquier persona decente no puede sentir más que desprecio y asco por esos cinco tipejos que graban en sus móviles lo que hacen para alardear después de ello. La Justicia, si es justa, debe ponerlos en su sitio.

Sentado esto hay que destacar, una vez más, en el papel que están jugando las redes sociales en este caso, convertido en uno de los más mediáticos de los últimos años. La gravedad de lo que se juzga justifica el interés con el que se sigue en un país en el que cierto buenismo, instalado definitivamente entre nosotros como doctrina preponderante, se mezcla muchas veces con el sectarismo. En el caso de Pamplona, como en tantos otros, se está intentado -sea ello una estrategia buscada o no- condicionar a la Justicia, lo que en un Estado de Derecho no deja de ser preocupante. La influencia de las redes está siendo cada vez más decisiva en el manejo de la opinión pública y también de la opinión publicada. Los ejemplos abarcan desde la elección de Trump en Estados Unidos al que comentamos del juicio de la manada. En la propagación de mensajes a través de de los smartphones se ha encontrado un campo abonado para el dirigismo social. Hay países, el caso más evidente es Rusia, que están invirtiendo en ellos mucho talento y mucho dinero a la búsqueda de fines muy concretos.

En el caso de los, presuntos, violadores de Pamplona hay también un elemento que, aunque pudiera parecer chusco y menor no deja de tener interés: la insistencia en recordar día tras día el origen sevillano de quienes cometieron los hechos. No guarda uno memoria de que en otros casos especialmente graves se haya resaltado tanto el origen valenciano, asturiano o cacereño de un delincuente. ¿Exceso de susceptibilidad? Puede ser, pero seguro que tiene que ver también con el gregarismo, de manada, con el que se mueven las cosas en las redes.

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