Esta primavera, Málaga seduce. En época de temerarias invocaciones a identidades pequeñas, el Museo Thyssen ofrece la idea contraria. Una espléndida exposición basada en la enorme identidad de una cultura común: el Mediterráneo, la cuna de la civilización. Es el relato de sesenta obras de autores franceses y españoles que entre finales del XIX y principios del XX, en tiempos de gestación de vanguardias y modernidad, descubrieron nuevas formas de clasicismo. Picasso, Braque, Maillol, Rodin, Sunyer, Matisse, Sorolla, Torres-García… Una muestra que se prende a la red forjada por el Museo Picasso de París, con otras 70 instituciones de las riberas norte y sur, dentro del proyecto Picasso-Mediterráneo 2017-2019. En Marsella, por ejemplo, hay una sobre Picasso y los Ballets rusos, con los decorados y trajes que diseñó para cuatro obras de la compañía de Diaghilev entre 1917 y 1921: Parade, Tricorne, Pulcinella y Cuadro flamenco.

El autor de la música de Parade, Erik Satie, fue un gran amigo de Brancusi, escultor nacido en Rumanía y nacionalizado francés, del que el Centro Pompidou exhibe un centenar de fotos y más de 20 proyecciones. En las pantallas puede verse al artista-artesano-obrero trabajando la piedra, la madera o el yeso. Es una lección sobre el proceso de producción de este polifacético dibujante, fotógrafo y realizador de cine, que llegó a Francia poco después que Picasso. Delante del Beaubourg de París, Renzo Piano ha recreado el taller de Brancusi como un museo de su obra, herramientas, biblioteca… En aquel espacio expuso hace un año un artista contemporáneo rumano, Mircea Cantor, realizador de una película que puede verse hasta mayo en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga.

La antigüedad y el Mediterráneo son algunos de los elementos comunes, junto al circo, los arquetipos femeninos y los procesos creativos, que unen las figuras de Picasso y Fellini en otra singular exposición, que está en el Museo Picasso. Bocetos, dibujos, fotografías, y una película de producción propia construyen el paralelismo entre los dos creadores. Y allí cerca, en el Museo de Málaga puede contemplarse el ajuar mortuorio de un guerrero griego del siglo VI antes de nuestra era, época en la que la ciudad fenicia de Malaka tenía una intensa relación comercial y política con el otro extremo del Mediterráneo.

El MUPAM expone otro proceso creativo, el de los logotipos y carteles de Manuel Estrada, Premio Nacional de Diseño 2017. Y también cientos de portadas de libros entre las que sobresalen las epopeyas mediterráneas de la Ilíada y la Odisea. Y al otro extremo de la ciudad, hay varias exposiciones singulares en el Museo Ruso. Magnífica la del realismo soviético. Peculiar la mirada viajera, con obras realizadas en Egipto, Marruecos, España, Francia o Italia.

El Mediterráneo es un hilo perfecto con el que tejer el mapa de los museos de Málaga. Cultura y civilización.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios